La Fortaleza de Sofía



Sofía era una chica de doce años que vivía en un barrio tranquilo. Siempre llevaba una sonrisa en su rostro, a pesar de que en el colegio algunos compañeros no la trataban bien. Mateo, un niño de su clase, se dedicaba a hacerle bullying todos los días. Cargaba su mochila con palabras hirientes, burlas y risas que la hacían sentir muy mal.

Un día, Sofía decidió que ya era suficiente. En lugar de poner en marcha un plan de venganza, pensó en algo diferente. "Si en vez de hacerle daño a Mateo, intento entender por qué actúa así, talvez pueda cambiar las cosas", reflexionó.

Inspirada por esta idea, un viernes después del colegio, se acercó a Mateo con mucha valentía. Fue a buscarlo al patio mientras él se reía con sus amigos.

"Mateo, ¿podemos hablar un momento?" - dijo Sofía con voz temblorosa.

Todos se quedaron callados y lo miraron. Mateo la miró con desdén.

"¿Qué querés, Sofía? ¿Seguir llorando?" - respondió con burla.

Sofía tragó hondo, pero no se dejó llevar por la tristeza.

"No, quiero hablar de cómo te sientes. He notado que haces muchas bromas sobre mí y... me gustaría saber por qué."

Mateo arqueó una ceja, sorprendido por la respuesta de Sofía. "¿Y a mí qué me importa? No es mi problema!" - replicó.

Sofía, en vez de enojarse, continuó.

"Te entiendo, también hay días en los que me siento sola y trato de hacer reír a los demás. Pero hacer daño no es la solución. ¿Puede que tú también te sientas mal a veces?"

Las palabras de Sofía dejaron una pequeña marca en Mateo. Pero él rápidamente desvió la mirada. Sin embargo, algo empezó a cambiar.

Los días pasaron y Sofía se esforzó en ser amable. La siguiente semana durante el recreo, ella invitó a Mateo a jugar al fútbol. Aunque él se negaba constantemente, siempre lo hacía sin rencor. Un día, mientras jugaban, lo vio jugar muy bien y decidió aplaudir.

"¡Esa fue una jugada excelente, Mateo!" - exclamó entusiasmada.

Mateo, sorprendido y un poco sonrojado, sólo pudo sonreír. "Gracias... creo." - murmuró.

Sofía vio que había una pequeña chispa de amistad en los ojos del chico.

Con el paso del tiempo, Sofía continuó acercándose a Mateo. Se dieron cuenta de que tenían más en común de lo que pensaban. A veces hablaban de sus sueños, de la música que les gustaba, y de cómo les costaba encontrar verdaderos amigos.

Un día, Mateo dejó de burlarse de ella. En su lugar, comenzaron a reír juntos. Sofía sintió que esto era una victoria: no solo paró el bullying, sino que también abrió la puerta a una amistad inesperada.

Un día, mientras estaban en el parque, Mateo le confesó a Sofía. "La verdad es que no sabía cómo hacer amigos. Pero creo que tus palabras me hicieron ver las cosas de otra manera."

Sofía sonrió, sintiéndose más fuerte que nunca.

"Siempre hay formas de ser mejor. Todos enfrentamos cosas difíciles, pero siempre podemos elegir dejar ir el odio y buscar el perdón."

Y así, Sofía y Mateo se convirtieron en grandes amigos, mostrando a sus compañeros que la empatía y la comprensión tienen un poder mágico. Juntos, aprendieron que en lugar de venganzas, lo que realmente se necesita es solidaridad y amor.

Sofía abrió un club en la escuela llamado "Amigos por Siempre", donde todos podían compartir y ayudar a quienes se sentían solos o heridos. Y a través de esta iniciativa, logró transformar no solo su relación con Mateo, sino el ambiente en toda la escuela. Todo gracias a su valentía para enfrentar la situación con bondad y compasión.

Así, Sofía no solo terminó con la historia de bullying, sino que también escribió un nuevo capítulo lleno de amistad y camaradería.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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