La fresa mágica de Lucas
Había una vez un niño llamado Lucas, a quien le encantaba jugar al fútbol en el parque cerca de su casa.
Siempre llevaba consigo su pelota roja y azul, con la que pasaba horas divirtiéndose y mejorando sus habilidades como futbolista. Un día soleado, mientras Lucas pateaba la pelota con entusiasmo, vio algo brillante entre los arbustos. Se acercó curioso y descubrió una fresa enorme y jugosa.
¡Qué sorpresa tan dulce! Sin pensarlo dos veces, decidió guardarla en su bolsillo para compartirla con su mamá más tarde. De repente, escuchó unos ruidos extraños provenientes del otro lado del parque. Se acercó sigilosamente y encontró a un conejito travieso que había perdido sus gafas.
El conejito estaba muy triste porque sin sus gafas no podía ver bien y se sentía perdido. Lucas se acercó al conejito y le preguntó: "¿Estás buscando estas gafas?".
El conejito dio un salto de alegría al verlas y agradeció al niño por haberlas encontrado. "¡Muchas gracias! Pensé que nunca las recuperaría", dijo el conejito emocionado. "No hay problema", respondió Lucas con una sonrisa. "Me alegra poder ayudarte". El conejito, agradecido, quiso recompensar a Lucas por su amabilidad.
Sacó de su mochila una varita mágica y le dijo: "Por tu gran corazón, te concederé un deseo especial". Lucas pensó por un momento y luego recordó la fresa que había guardado en su bolsillo.
Deseaba compartir ese regalo especial con el conejito como muestra de gratitud por haber encontrado las gafas perdidas. "Quiero compartir esta fresa contigo", dijo Lucas extendiendo la mano hacia el conejito.
El conejito aceptó emocionado y juntos disfrutaron de aquel delicioso manjar bajo la sombra de un árbol en el parque. La fresa era tan sabrosa que ambos se relamían los labios mientras reían felices.
Desde ese día, Lucas aprendió que la bondad siempre es recompensada y que los gestos sencillos pueden traer mucha felicidad tanto a uno mismo como a los demás.
Y así, entre risas, juegos de fútbol, frutas compartidas y nuevos amigos inesperados, Lucas siguió creciendo lleno de amor en su corazón y aventuras maravillosas por vivir en cada rincón del mundo donde pudiera llevar consigo su pelota colorida e infinita alegría.
FIN.