La fresa parlante
Había una vez en un hermoso bosque, una dinosauria llamada Dinosauria que vivía felizmente comiendo hojas y jugando con sus amigos. Un día, mientras exploraba el bosque, Dinosauria encontró una fresa deliciosa y muy roja.
Sin pensarlo dos veces, decidió llevarla a su amiga Sofia. Dinosauria se dirigió al escenario donde Sofia solía tocar música con su guitarra.
Mientras caminaba emocionada hacia allí, pasó por un prado lleno de flores multicolores y se encontró con Florsita, la hada de las flores. - ¡Hola Florsita! ¿Cómo estás hoy? - saludó Dinosauria animadamente. - ¡Hola Dinosauria! Estoy muy bien gracias. Veo que tienes algo especial ahí en tus garras - respondió curiosa Florsita.
- Sí, mira qué rica fresa encontré en el bosque. La quiero llevar a Sofia para compartir juntas esta delicia - explicó Dinosauria mostrándole la fruta jugosa.
Florsita sonrió y dijo: - Eso es muy bonito de tu parte, pero primero deberías preguntarle a la fresa si está dispuesta a ser compartida. Dinosauria quedó sorprendida. Nunca había pensado que una fresa pudiera hablar o tener sentimientos.
Pero confiando en las palabras de Florsita, decidió hacerle caso y le preguntó a la fresa:- ¿Querida fresa roja, estarías dispuesta a ser compartida con mi amiga Sofia? La pequeña fresa comenzó a moverse y abrió los ojos sorprendentemente. - ¡Claro que sí! Sería un honor ser compartida y disfrutada por Sofia y tú, Dinosauria.
Dinosauria quedó maravillada al ver que la fresa podía hablar y tener su propia voluntad. Agradeció a la fresa por su amabilidad y continuó su camino hacia el escenario donde Sofia estaba preparando su guitarra.
- ¡Sofia, Sofia! - exclamó Dinosauria emocionada mientras se acercaba corriendo. - ¡Hola Dinosauria! ¿Qué te trae tan entusiasmada? - preguntó curiosa Sofia. Dinosauria le entregó la fresa a Sofia y le contó toda la historia de cómo hablaba y quería ser compartida.
Sofia sonrió con ternura al escuchar todo esto. Era una persona muy generosa y sabía lo importante que era compartir con los demás.
Juntas, Dinosauria y Sofia disfrutaron de esa deliciosa fresa roja bajo el sol del bosque, mientras Florsita las observaba con alegría desde lejos. Desde aquel día, tanto Dinosauria como Sofia aprendieron una valiosa lección: no solo es importante compartir con los demás, sino también respetar los deseos de aquellos que están dispuestos a ser compartidos.
Y así, en ese bosque mágico, todos vivieron felices compartiendo amor y bondad entre ellos. Y colorín colorado, esta historia se ha terminado.
FIN.