La Fruta Mágica de la Esperanza
Un día soleado, Luli, una niña de 15 años, salió de su casa con una sonrisa en el rostro, dispuesta a disfrutar de otro divertido día en el colegio con sus amigos. Junto a ellos, planeó jugar al fútbol en el recreo y contar chistes en la clase de historia.
Al regresar a su hogar, Luli se dio cuenta de que algo no estaba bien. Su mamá, normalmente llena de energía, estaba acostada en el sofá, con una manta cubriendo su cuerpo y una expresión de debilidad en su rostro.
"Mamá, ¿te sentís bien?" - preguntó Luli preocupada.
"No, Luli. Estoy un poco resfriada, pero no te preocupes, mañana estaré mejor" - respondió su mamá con una voz suave pero cansada.
Luli se sentó a su lado y le acarició la mano, pero no parecía convencida. Decidió prepararle un té con miel para que se sintiera mejor.
Al día siguiente, la situación no había mejorado y Luli escuchó hablar a su papá y al médico, que lo visitó.
"No hay remedios que la ayuden a sanar. Solo puede curarse con una fruta mágica que crece en la cima de la montaña del Arcoíris" - dijo el doctor, con un tono grave.
Luli, sintiendo el peso de la preocupación, decidió que debía encontrar esa fruta para ayudar a su mamá. Reunió a sus amigos: Tomi, una chica ingeniosa y valiente, y Lía, que siempre encontraba magia en las cosas cotidianas.
"Chicos, tenemos que encontrar la fruta mágica para que mi mamá se cure. ¡Vamos a la montaña del Arcoíris!" - exclamó Luli.
"¿Pero, Luli, es peligrosa la montaña?" - preguntó Lía, algo nerviosa.
"No vamos a dudar. Juntos podemos lograrlo" - respondió Luli con determinación, y sus amigos asintieron.
Los tres amigos partieron en su aventura, motivados por el deseo de ayudar a la mamá de Luli. Treparon pequeñas colinas, saltaron riachuelos y se adentraron en un bosque lleno de árboles que parecían hablar entre sí.
"Miren eso, parece un camino secreto" - dijo Tomi, señalando un sendero cubierto de flores brillantes.
"Sigamos, tal vez nos lleve a la montaña" - sugirió Lía, emocionada.
Los chicos se adentraron en el sendero y al rato, se encontraron con un viejo y sabio árbol que los observaba con ojos amistosos.
"¿A dónde van, jóvenes viajeros?" - preguntó el árbol con una voz profunda.
"Buscamos la fruta mágica que puede curar a la mamá de Luli" - contestó Tomi.
"Para llegar a la montaña del Arcoíris, deben demostrar que tienen bondad en su corazón. ¿Pueden ayudarme a cuidar a mis pequeños pájaros?" - pidió el árbol.
Luli y sus amigos se miraron y decidieron que debían ayudar al árbol. Pasaron la tarde alimentando a los pájaros y cuidando sus nidos. El árbol, encantado, les agradeció y les dio una pista sobre cómo encontrar la montaña.
"Sigan el camino que brilla como la luna, y encontrarán lo que buscan" - dijo el árbol.
Contentos por haber podido ayudar, continuaron su camino. Al atardecer, llegaron a la base de la montaña del Arcoíris, donde pudieron ver colores vibrantes cubriendo las rocas.
"¡Wow! Miren qué hermoso es todo" - exclamó Lía, maravillada.
Mientras subían, enfrentaron un desafío: un río de aguas rápidas les bloqueaba el paso.
"¿Cómo cruzamos?" - preguntó Luli.
"Podemos construir un puente con estas ramas" - sugirió Tomi, buscando soluciones.
Juntos, trabajaron en equipo para crear un puente que les permitiera cruzar el río. El sol comenzaba a ocultarse, y con gran esfuerzo, lograron llegar a la cima de la montaña, donde encontraron un árbol lleno de frutas de colores brillantes.
"¡Lo logramos! Ahí está la fruta mágica" - gritaron al unísono.
Luli, emocionada, eligió una fruta resplandeciente y la guardó con cuidado.
"Ahora debo regresar a casa rápido" - dijo Luli, su corazón latiendo con esperanza.
Al llegar, fue directo a su mamá, que seguía descansando en el sofá.
"Mamá, encontré la fruta mágica" - exclamó Luli, entregándole la fruta.
Con un poco de duda y un gran deseo, la mamá de Luli tomó un bocado de la fruta. En instantes, su rostro se iluminó y se sintió revitalizada.
"¡Luli! Me siento mucho mejor, gracias, mi amor" - dijo su mamá, abrazándola.
A menudo, Luli y sus amigos habrán aprendido que la amistad, la bondad y el trabajo en equipo son verdaderas magias en la vida. Desde ese día, cada vez que miraban la montaña, recordaban la aventura y el poder que tenían juntos para enfrentar cualquier desafío.
Y así, la fruta mágica se convirtió en un símbolo de esperanza y amor en sus corazones.
FIN.