La fuerza de la amistad
Había una vez en un pequeño colegio de Buenos Aires, dos niños llamados Leire y Gabriel que estaban en sexto grado.
Desde el primer día que se conocieron, se hicieron muy buenos amigos y siempre estaban juntos en el recreo y en clase. Leire sentía algo especial por Gabriel, le gustaba mucho pasar tiempo con él, compartir sus juguetes y reírse juntos.
Un día, decidida a expresar sus sentimientos, Leire se armó de valor y le dijo a Gabriel:- ¡Gabriel, me gustaría que fueras mi novio! ¿Qué dices? Gabriel se quedó sorprendido por las palabras de Leire y no supo qué responder en ese momento. Se limitó a sonreír tímidamente y luego se fue sin decir nada.
Los días pasaron y Leire seguía esperando una respuesta de Gabriel. Todos los días le preguntaba:- ¿Ya lo pensaste, Gabriel? Pero él evitaba la pregunta o cambiaba de tema. Leire comenzó a sentirse triste y confundida.
No entendía por qué Gabriel no quería ser su novio si parecían llevarse tan bien. Un día, durante el recreo, Leire vio a Gabriel hablando con otra niña de su salón.
Se acercó sigilosamente para escuchar la conversación y descubrió que Gabriel estaba preocupado porque esa niña había perdido su mochila con todos sus útiles escolares.
Sin dudarlo un segundo, Leire se acercó a ellos y les dijo:- ¡No te preocupes! Yo tengo unos lápices extras que puedes usar mientras encuentras tu mochila. La niña le dio las gracias emocionada y Gabriel miró a Leire con admiración en los ojos. Esa tarde, después de clases, Gabriel buscó a Leire para hablar con ella.
Con voz tímida pero sincera le dijo:- Perdón por no responderte antes... Es solo que nunca me habían pedido ser novios y me puse nervioso. Pero hoy vi lo increíble que eres al ayudar a esa niña sin pedir nada a cambio.
Me di cuenta de lo especial que eres para mí. Leire sonrió feliz al escuchar las palabras de Gabriel y le tendió la mano diciendo:- No te preocupes por antes...
¡Ahora somos amigos especiales! Desde ese día, Leire y Gabriel fortalecieron su amistad basada en la confianza mutua, el apoyo incondicional y la alegría de compartir momentos juntos. Aprendieron que las relaciones verdaderas van más allá del amor romántico e involucran comprensión, empatía e interés genuino por el otro.
Y así continuaron siendo inseparables durante toda su vida escolar, enfrentando juntos cada desafío con valentía y solidaridad. El colegio terminó pero su amistad perduró para siempre como un tesoro invaluable que cuidaron con cariño hasta la eternidad.
FIN.