La Fuerza de la Amistad
Era una vez en un pequeño jardín de infantes en Buenos Aires, dos niñas que aprendían a ser amigas. Una de ellas se llamaba Dara, una niña de 5 años que siempre llevaba un moño rojo en su cabello. Dara era muy creativa y le encantaba dibujar, pero en la escuela sentía que sus compañeros no querían jugar con ella. Esto le hacía difícil concentrarse en sus tareas y a veces se sentía muy sola.
Por otro lado, estaba Mikaela, una niña que era nueva en el jardín. De inmediato, se dio cuenta de que Dara se sentía triste y la observaba desde la esquina del salón. Un día, Mikaela se acercó a ella con una gran sonrisa.
"Hola, soy Mikaela. ¿Querés pintar juntas?" - preguntó emocionada.
Dara se sorprendió, nunca había pensado que alguien podría querer jugar con ella. Aceptó la invitación y juntas comenzaron a llenar el papel con colores vibrantes.
Con el pasar de los días, Mikaela y Dara se convirtieron en grandes amigas. Sin embargo, había un pequeño problema. Ambas se distraían mucho jugando y a veces olvidaban hacer sus tareas. Un día, la profe Rosa, que se preocupaba por sus alumnos, se acercó y les dijo:
"Chicas, es muy lindo que se hayan hecho amigas, pero también es importante que escuchen y hagan sus trabajos. ¿No creen?"
Dara miró a Mikaela y, juntas, asintieron con la cabeza. Sabían que debían intentar hacer un esfuerzo.
Una tarde, mientras trataban de hacer el deber, Dara empezó a frustrarse porque no entendía algunas cosas.
"¡No puedo! Siempre me distraigo y no sé cómo hacerlo bien..." - se quejó.
Mikaela la miró y dijo:
"Dara, ¡podemos hacerlo juntas! Yo te ayudo a entender. Todos aprendemos a diferentes ritmos, y eso está bien."
Con la ayuda de su amiga, Dara comenzó a comprender las tareas y se sintió muy orgullosa de sí misma.
Sin embargo, un día, en el recreo, se encontraron con algunos niños que se burlaban de ellas.
"¿Por qué siempre están juntas? Nadie quiere jugar con vos, Dara" - dijo uno de los niños.
Dara se puso triste, pero Mikaela con firmeza respondió:
"Eso no es cierto. Dara es mi amiga y eso es lo más importante. Aprendemos y jugamos juntas. ¿No les gustaría unirse a nosotros?"
Los niños se quedaron mirándolas, sorprendidos por la valentía de Mikaela. Al principio no dijeron nada, pero después uno de ellos se acercó:
"Bueno, si ustedes son amigas, quizás podamos jugar todos juntos."
Esa tarde, los niños decidieron formar un gran grupo de juegos. Se olvidaron de las burlas y jugaron a las escondidas. Dara se sintió feliz de que su amistad con Mikaela había hecho que otros se unieran también.
Con el tiempo, Dara y Mikaela aprendieron que el respeto hacia sí mismas y hacia los demás es fundamental. Siempre que hacían las cosas juntas, se acordaban de escuchar a la profesora y a sus familias. Se volvieron mejores estudiantes y, sobre todo, mejores amigas.
Al final del año, la profe Rosa les entregó un premio a cada una por sus esfuerzos y crecimiento.
"¡Han aprendido a ser respetuosas y a ayudarse mutuamente! ¡Estoy muy orgullosa de ustedes!" - dijo la profesora con una gran sonrisa.
Dara y Mikaela se abrazaron y se dieron cuenta que, aunque habían tenido desafíos, su amistad y el esfuerzo que habían puesto juntas las habían llevado a lograr grandes cosas.
Y así, en el jardín de infantes, esas dos amigas demostraron que ser respetuosos y ayudar a los demás siempre condujo a la felicidad.
FIN.