La Fuerza de Mamá



Era un soleado día de primavera en el barrio de Las Flores, y Lucas, un niño de seis años con una curiosidad infinita y una sonrisa siempre lista, jugaba en el jardín. Su mamá, Sofía, observaba desde la ventana, pero había algo que la mantenía en el lugar: su cuerpo le hablaba de formas que a veces le resultaban difíciles de entender.

Un día, mientras regresaba de jugar con sus amigos, Lucas notó que su mamá tenía una expresión de cansancio en el rostro. Se acercó, preocupado.

"Mamá, ¿por qué no salís a jugar conmigo?" - preguntó Lucas, con sus ojos grandes y esperanzados. Sofía sonrió débilmente.

"Es que a veces mi cuerpo se siente un poco cansado, cariño. A algunos días me duele un poco, como si hubiera estado corriendo una maratón, pero no me moví de la casa".

"¿Y eso por qué pasa?" - indagó Lucas, intrigado por la respuesta de su madre.

"Es algo llamado fibromialgia, Lucas. Es como una lluvia de dolor suave que no siempre puedo ver, pero está aquí" - explicó Sofía, mientras se sentaba en el sillón. "A veces, los días son como un rompecabezas en el que algunas piezas están muy pegadas y no encajan bien. Eso me hace sentir cansada, y por eso necesito descansar un poco".

Lucas se sentó en sus piernas, muy atento.

"¿Y se va a ir alguna vez?" - preguntó con su voz tierna, cargada de esperanza.

"A veces mejora y a veces vuelve, como el clima. Yo trato de ser fuerte y hacer lo que puedo, pero también necesito tu ayuda para recordar que puedo descansar".

Un día, mientras Sofía intentaba preparar la cena, su fibromialgia hizo de las suyas y se sintió más fatigada que nunca. Lucas, preocupado, la observaba con una mezcla de tristeza y confusión.

"Mamá, ¿podés jugar un rato?" - insistió.

"Hoy no puedo, mi amor. A veces mi cuerpo me pide que lo escuche más" - respondió, con amorosa dulzura. "Pero hay algo que podemos hacer juntos para que me ayudes a sentirme mejor".

"¿Qué?" - preguntó Lucas, su cara iluminándose con la posibilidad de ayudar.

"Podemos hacer algunas manualidades en la mesa, algo tranquilo. Así podré pasar tiempo contigo sin sentirme tan cansada".

Y así fue. Sacaron papel, tijeras y colores, y juntos comenzaron a crear una historia en dibujos. Mientras trabajaban en su proyecto, Lucas notó que su mamá sonreía cada vez más, y sus ojos brillaron con alegría. A pesar del malestar, se dio cuenta de que disfrutando del tiempo juntos, todo podía ser un poco más fácil.

Days passed, and it became a routine. Cada vez que su mamá se sentía cansada, Lucas le proponía hacer manualidades o leer cuentos; ella siempre se sentía mejor con su compañía. El dolor de Sofía no desaparecía por arte de magia, pero al menos se sentía acompañada y comprendida.

Un día, mientras estaban en esa actividad, Lucas le dijo: "Mamá, ¿sabes qué? ¡Eres como un superhéroe! A pesar de que a veces te duele, siempre encuentras formas de estar conmigo".

Sofía, emocionada, lo abrazó.

"¡Ay, cariño! Eres el mejor compañero que un superhéroe podría tener".

"Sí, pero tengo un poder especial. ¡El poder de hacer a mi mamá sentir mejor!" - exclamó Lucas con orgullo.

Desde entonces, Sofía supo que incluso en los días difíciles, siempre tendría el apoyo incondicional de su pequeño, quien había aprendido a ser lo suficientemente comprensivo y cariñoso con su mamá.

Y así, Lucas aprendió que a veces, la fortaleza no significa solo ser fuerte. A veces, significa ir despacio y acompañar con amor, y Sofía, una mamá guerrera, le enseñó que juntos, podían enfrentar cualquier tormenta.

FIN.

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