La fuerza de Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo que siempre estaba rodeado de alegría y diversión.

Le encantaba jugar al fútbol con sus amigos en el parque, correr por los campos y explorar cada rincón del lugar. Un día, algo triste sucedió. Mateo fue acusado injustamente de robar unas galletitas de la despensa de la escuela y lo llevaron a la penitenciaría durante 133 días.

La angustia se apoderó de él, no entendía por qué le había pasado algo así si él era un niño bueno. Al llegar a la penitenciaría, Mateo se sentía solo y asustado. No conocía a nadie allí y extrañaba mucho a su familia y amigos.

Los días pasaban lentos, las paredes grises lo entristecían más y más cada día que pasaba. Un día, mientras caminaba por el patio de la penitenciaría, Mateo vio a un anciano sentado en un banco.

Se acercó tímidamente y el anciano le dijo con voz amable: "Hola, pequeño ¿qué te trae por aquí?". Mateo le contó toda su historia al anciano, cómo lo habían acusado injustamente y cómo se sentía atrapado en ese lugar.

El anciano escuchó atentamente y luego le dijo a Mateo: "No importa cuántos días estés aquí adentro, lo importante es cómo decides enfrentar esta situación".

Y le contó al niño sobre la importancia de mantenerse fuerte ante las adversidades, de no perder la esperanza y buscar siempre una salida positiva. Desde ese día, Mateo decidió seguir el consejo del anciano.

Comenzó a leer libros que encontraba en la biblioteca de la penitenciaría, participaba en actividades recreativas con otros niños internados e incluso ayudaba a los guardias con pequeñas tareas. Poco a poco, los días fueron pasando más rápido para Mateo. Se dio cuenta de que podía encontrar felicidad incluso en medio de aquella situación difícil.

Finalmente llegó el día en que fue liberado y pudo regresar a su hogar junto a su familia. Mateo nunca olvidaría aquellos 133 días en los que experimentó angustia psiquiátrica en la penitenciaría.

Aprendió que siempre hay una luz al final del túnel si uno mantiene viva la esperanza en su corazón y nunca pierde la fe en sí mismo.

Y desde entonces vivió cada día con gratitud y valentía, sabiendo que era capaz de superar cualquier desafío que se presentara en su camino.

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