La fuerza del voleibol


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Voley, donde vivía Dorothea, una niña de 10 años apasionada por el voleibol.

Dorothea había comenzado a jugar al voley hacía tan solo tres meses, pero se sentía frustrada porque no lograba bloquear los remates de sus oponentes y sus saques no eran tan buenos como le hubiera gustado. Un día, durante un partido importante, Dorothea falló un bloqueo crucial que costó puntos a su equipo.

Se sintió muy triste y desanimada. Fue entonces cuando su mejor amiga Maia se acercó a ella para brindarle apoyo. "¡No te preocupes, Dorothea! Todos cometemos errores.

Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante", dijo Maia con una sonrisa reconfortante. Dorothea se sintió agradecida por tener a Maia a su lado. Juntas eran imparables dentro y fuera de la cancha.

Maia siempre brillaba como las estrellas en el cielo nocturno, igual que Sirio, la estrella más brillante del firmamento. Después del partido, Dorothea decidió enfocarse en mejorar sus habilidades en el voleibol. Comenzó a practicar más duro que nunca y a observar atentamente a sus compañeras de equipo para aprender de ellas.

Poco a poco, sus bloqueos se volvieron más efectivos y sus saques más potentes. Un día, mientras entrenaba en la playa con Maia, Dorothea notó que un grupo de niños más pequeños estaba jugando voleibol cerca de ellas.

Uno de los niños parecía tener problemas para realizar un saque correctamente. Dorothea se acercó amablemente al niño y le ofreció algunos consejos útiles para mejorar su técnica de saque. El niño siguió sus sugerencias y pronto logró hacer un saque perfecto.

"¡Wow! ¡Gracias por ayudarme! Eres genial jugando al voleibol", exclamó el niño emocionado. Dorothea sonrió con orgullo y se dio cuenta de lo gratificante que era poder ayudar a los demás con lo que había aprendido.

En ese momento supo que uno de sus sueños era inspirar a otros a través del deporte. Mientras tanto, en el corazón de Dorothea empezaban a surgir sentimientos confusos hacia un compañero del equipo llamado Diego.

No sabía cómo expresarle lo que sentía sin sentirse nerviosa e insegura. Maia notó la situación y decidió darle ánimos: "¡Ve hacia adelante sin miedo! Siempre es bueno ser sincera sobre tus sentimientos". Con valentía, Dorothea decidió hablar con Diego y compartirle lo que realmente pensaba.

Para su sorpresa, Diego correspondió esos sentimientos y juntos comenzaron una linda amistad basada en la sinceridad y el respeto mutuo. Con cada obstáculo superado, Dorothea creció no solo como jugadora de voleibol sino también como persona.

Descubrió que los errores son oportunidades para aprender, que ayudar a los demás es gratificante y que expresar tus sentimientos puede traer sorpresas maravillosas.

Y así fue como Dorothea siguió persiguiendo su sueño de vivir en Canadá con determinación y alegría en su corazón, sabiendo que con esfuerzo y amor todo era posible si mantenía siempre una actitud positiva frente a la vida.

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