La Gallina Aventurera del Zoológico



Había una vez, en un zoológico de Buenos Aires, una gallina llamada Pipí. A diferencia de las otras gallinas que se quedaban quietas en su corral, Pipí era muy aventurera y le encantaba jugar con los demás animales del zoológico. Cada día, cuando el sol salía y los visitantes comenzaron a llegar, Pipí corría hacia la entrada.

"¡Hola, hipopótamo! ¿Querés jugar a las escondidas?" - dijo Pipí con alegría.

"No puedo, querida. Tengo que quedarme en el agua. Pero podrías jugar con la cebra" - respondió el hipopótamo, mientras se sumergía en el estanque.

Pipí, sin desanimarse, se dirigió hacia donde estaba la cebra, que era conocida por su vertiginoso correr.

"¡Cebra, cebra! ¡Vamos a jugar a la carrera!" - gritó Pipí.

- “¡Dale, pero no sé si voy a poder seguirte!" - dijo la cebra riéndose.

Ambas comenzaron a correr, y aunque la cebra era mucho más rápida, Pipí tenía una astucia especial: corría por el camino más corto, y de repente, logró dejar atrás a su amiga.

"¡Gané!" - exclamó Pipí, emocionada.

Pero en ese momento, una multitud de niños llegó al zoológico y comenzó a reírse de las travesuras de Pipí. Entre ellos había un grupo de chicos que amaban a los animales. Uno de ellos, llamado Tomás, se acercó a Pipí y le dijo:

"¡Qué gallina más divertida! ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - le propuso Tomás.

Pipí, que estaba encantada con la idea, les respondió:

"¡Sí! ¡Me encantaría! ¿Qué juego quieren hacer?"

Tomás y sus amigos le propusieron un juego de relevos, donde cada uno debía correr a un punto, dar la vuelta y volver. Pipí estaba feliz jugando con los niños, pero luego recordó que los otros animales debían estar solos. Decidió que también era importante que los amigos animales jugaran juntos.

"Chicos, ¿por qué no llamamos a la cebra y al hipopótamo? Ellos también querían jugar" - sugirió Pipí.

Los niños estuvieron de acuerdo y fueron a buscar a la cebra y al hipopótamo. Cuando todos se reunieron, el zoológico se llenó de risas y alegría. Jugaron todo el día:

- “¡Vamos a hacer un gran juego de relevos!" - propuso la cebra.

- “¡Y yo puedo ser el juez!" - añadió el hipopótamo.

Ser el juez significaba asegurarse de que todos jugaran de manera justa, y eso hizo que quien fuera el juez se sintiera especial. Pipí estaba feliz de ver a todos compartiendo risas y eligiendo su juego favorito.

Sin embargo, mientras corrían y jugaban, se dieron cuenta de que la cebra había perdido su cadena de rayas brillantes en la carrera. Todos comenzaron a buscarla.

"No puedo creer que me haya pasado esto..." - dijo la cebra con tristeza. "Esas rayas eran tan importantes para mí."

"No te preocupes, ¡la encontraremos!" - exclamó Pipí.

Los animales y los niños comenzaron a buscar por todo el zoológico. Pipí recordó que había visto algo brillante cerca de los arbustos. Corrió rápidamente hacia allí y...

"¡Chicos! ¡Aquí está!" - gritó Pipí, levantando la cadena de rayas. La cebra corrió hacia ella, sus ojos llenos de alegría.

"¡Gracias, Pipí! Sos la mejor amiga que uno puede tener." - dijo la cebra, dándole un abrazo.

Después de ese día lleno de aventuras, los animales y los niños decidieron que jugarían juntos todos los sábados. Pipí no solo había hecho nuevos amigos, sino que también había enseñado a todos la importancia de trabajar en equipo y cuidar de los demás.

Y así, Pipí, la gallina aventurera, continuó alegrando las vidas de todos en el zoológico, siempre buscando nuevas maneras de compartir su alegría y amistad.

FIN.

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