La Gallina de Porcelana


Antonio era un hombre amable y cariñoso que siempre trataba de hacer sonreír a las personas a su alrededor. Un día, mientras recorría los pasillos de un supermercado, se topó con una niña llamada Mariela.

Ella parecía triste mirando las frutas en la sección de verduras. Antonio se acercó a ella y le preguntó qué le sucedía. "Hola, ¿estás bien? Pareces un poco triste", dijo Antonio con voz amable.

Mariela levantó la mirada y con timidez le contó que quería una mascota, pero su mamá no podía comprarle una. Entonces, Antonio tuvo una brillante idea. Buscó en la tienda algo que pudiera alegrar a Mariela y encontró una hermosa gallina de porcelana.

Rápidamente se la regaló a la niña, quien no podía creer la ternura del gesto. "¡Wow! ¡Es hermosa! Gracias, ¿puedo quedármela?", preguntó Mariela con los ojos brillantes de emoción.

Antonio asintió con una sonrisa y le explicó que aunque no era una mascota real, podía cuidarla y quererla como si lo fuera. Mariela abrazó la gallina de porcelana con cariño y desde ese día, la llevaba a todos lados. Aquella gallina se convirtió en su compañera fiel, su confidente y su amiga.

A través de esta tierna amistad, Mariela aprendió el valor de la bondad, la amistad y el cuidado hacia los demás. Y Antonio, feliz al verla sonreír, entendió que un gesto sencillo puede alegrar el corazón de alguien.

La historia de la gallina de porcelana se convirtió en un recordatorio de que los regalos no solo se aprecian por su valor material, sino por el amor y la generosidad que representan.

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