La gallina mágica


Había una vez en una isla lejana llamada Bananalandia, donde un día muy especial la reina Isabel estaba celebrando su cumpleaños.

La isla se encontraba cubierta de verde y exuberante vegetación, con árboles que daban bananas tan deliciosas y jugosas que se podían comer directamente de la rama. Isabel era una reina amable y generosa, siempre preocupada por el bienestar de su gente. Estaba feliz porque sabía que todos sus súbditos estaban preparando sorpresas para ella.

Los animales también participaban en la celebración decorando los árboles con guirnaldas hechas de plátanos maduros. De repente, mientras Isabel disfrutaba del sol radiante y las risas alegres de los habitantes de la isla, apareció una bruja malvada llamada Morgana.

Con su sombrero negro puntiagudo y su risa tenebrosa, Morgana lanzó un hechizo oscuro sobre Isabel y convirtió su hermosa casa hecha de dulces en un montón de escombros. - ¡Jajaja! - rió Morgana -.

Ahora no tendrás un lugar para vivir, querida reina. La pobre Isabel estaba desconsolada ante esa situación inesperada. Sin embargo, justo cuando parecía que todo estaba perdido, Morgana tuvo un atisbo de bondad momentánea e inexplicablemente le regaló a Isabel una lámpara mágica.

- Aquí tienes esta lámpara mágica como regalo sorpresa - dijo Morgana con una sonrisa maligna-. Pero ten cuidado con lo que deseas, no todo es lo que parece.

Isabel, intrigada por la lámpara mágica, decidió frotarla y hacer un deseo. Para su sorpresa, en lugar de pedir algo grandioso o lujoso, pidió una gallina. - ¿Una gallina? - preguntó Morgana perpleja -.

¿Por qué querrías una simple gallina? - Porque quiero aprender sobre el valor de las cosas simples y cómo cuidar de otros seres vivos - respondió Isabel con determinación. En ese momento, la lámpara mágica se iluminó y apareció una hermosa gallina dorada. Pero esta no era una gallina común y corriente.

Tenía un brillo especial y emitía sonidos armoniosos como si estuviera cantando. La reina Isabel bautizó a la gallina como Carmela y juntas comenzaron una amistad inquebrantable.

Aprendieron juntas sobre el ciclo de vida de las aves, cómo cuidar sus huevos y alimentarse adecuadamente. Carmela también le enseñó a Isabel valiosas lecciones sobre gratitud y apreciación por las cosas simples de la vida.

Con el paso del tiempo, la relación entre Isabel y Carmela se volvió aún más fuerte. La isla entera fue testigo del poder del amor verdadero y cómo incluso en los momentos más oscuros siempre hay esperanza.

Un día, mientras Isabel estaba ocupada cuidando a Carmela en su nuevo hogar hecho con los restos dulces de su antigua casa, Morgana regresó para ver qué había pasado con su regalo peculiar. - ¡Ja! Veo que encontraste utilidad en esa insignificante gallina - burló Morgana.

- No subestimes el poder de las cosas simples y la amistad verdadera - respondió Isabel con confianza -. Carmela me ha enseñado más de lo que puedas imaginar. Morgana, sorprendida por la sabiduría y fortaleza de Isabel, se retiró en silencio.

A partir de ese día, nunca volvió a molestar a la reina o a los habitantes de Bananalandia. Isabel continuó siendo una reina amada y respetada, pero su mayor logro fue haber encontrado la felicidad en las cosas simples y valiosas que nos rodean todos los días.

Y gracias a Carmela, aprendió que el amor incondicional puede transformar incluso los momentos más difíciles en oportunidades para crecer y ser mejores personas.

Y así, la isla de Bananalandia vivió felizmente bajo el reinado de Isabel durante muchos años, recordando siempre que no importa cuán grande o pequeño sea nuestro deseo, lo importante es valorarlo y aprovecharlo al máximo.

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