La gallina negra y sus huevos de oro
En un lejano pueblo de la Argentina vivía una gallina muy especial.
Su plumaje era de un color negro brillante como el carbón, y lo más asombroso de todo, ¡ponía huevos de oro! El granjero al que pertenecía, Don Ignacio, nunca había notado este fenómeno, ya que la gallina siempre escondía sus huevos en un lugar secreto.
Durante mucho tiempo, los demás animales de la granja le habían contado a Don Ignacio sobre los misteriosos huevos de oro, pero él nunca les había creído. Un día, después de escuchar de nuevo acerca de los increíbles huevos, decidió investigar. Se propuso seguir a la gallina negra para descubrir su escondite secreto.
Desde atrás de unos arbustos, Don Ignacio la siguió sigilosamente hasta llegar a un rincón del corral. Allí, la gallina empezó a raspar la tierra con sus patas y ¡sorpresa! Descubrió el nido lleno de huevos de oro relucientes. Don Ignacio no podía creer lo que veía.
-¡Increíble! ¡Huevos de oro! -exclamó emocionado. La gallina, al darse cuenta de que su secreto había sido descubierto, se acercó a Don Ignacio con tranquilidad.
-Bueno, Don Ignacio, ahora que me has descubierto, quiero que sepas que estos huevos de oro no son para acumular riquezas, sino para enseñarte una lección. Los verdaderos tesoros de la vida no son materiales, sino los momentos felices, la amistad, el amor y la generosidad. Usarás estos huevos para hacer el bien a los demás.
Don Ignacio escuchó atentamente las palabras de la gallina y reflexionó sobre sus acciones pasadas.
A partir de entonces, utilizó los huevos de oro para ayudar a los más necesitados, compartiendo su riqueza con el pueblo y mejorando la vida de todos. La noticia sobre los huevos de oro y el cambio de actitud de Don Ignacio se extendió por todo el pueblo, inspirando a otros a hacer el bien.
La gallina negra había logrado su propósito, enseñándole a Don Ignacio una valiosa lección de generosidad y solidaridad. Desde ese día, la gallina siguió poniendo huevos de oro, pero su mayor legado fue haber enseñado al granjero y a todos los habitantes del pueblo el verdadero valor de la riqueza.
FIN.