La Gallina Terca y la Serpiente Ladrona



Había una vez, en un colorido pueblo al borde de un río, una gallina llamada Terca. Era conocida por su cabezonada característica: siempre quería hacer todo a su manera.

Un día, mientras Terca picoteaba en el granero, escuchó a su amiga la Tortuga distraída.

- ¡Terca, mirá eso! - dijo la Tortuga señalando un canasto de manzanas brillantes al otro lado de la calle.

- ¡No! - respondió Terca con su acento argentino - No puedo cruzar al otro lado porque tengo que ir por el camino que me lleva directamente al estanque.

La Tortuga sacudió la cabeza y le respondió:

- Pero si te das una vuelta más grande, nunca vas a tener esas manzanas.

Sin embargo, Terca hizo caso omiso. Así que se fue hacia el estanque, dándole la espalda al delicioso canasto de manzanas.

Mientras tanto, en la sombra de un árbol, una Serpiente llamada Ladrona observaba todo. Con su escamosa piel verde, siempre estaba buscando objetos brillantes y llamativos.

- ¡Mmm, esas manzanas se ven ricas! - susurró para sí misma.

Ladrona decidió acercarse sigilosamente al canasto. Con un movimiento rápido, lo tomó y se lo llevó a su escondite en un viejo tronco. Justo cuando estaba a punto de disfrutar de su festín, la tortuga pasó nuevamente por ahí.

- ¿Viste a La Serpiente Ladrona? - preguntó la Tortuga, al ver el canasto vacío.

- Sí, pero no hay tiempo para eso - replicó la Gallina Terca, que estaba decidida a seguir su rutina.

Al día siguiente, Terca escuchó un llanto proveniente del canasto. Curiosa, volvió a cruzar la calle, esta vez tomando el camino más corto, y se encontró con un grupo de animales alrededor de un árbol.

- ¿Qué pasó? - preguntó

- ¡La Serpiente Ladrona se llevó nuestras manzanas! - gritaron en coro los animales.

Terca miró en la dirección de donde provenía el alboroto y decidió ser parte de la solución.

- ¡Voy a recuperar las manzanas! - exclamó, y aunque su amiga Tortuga dudó, fue detrás de ella.

Ambas, llenas de valentía, se acercaron al tronco donde Ladrona escondía su tesoro. Allí, Terca hizo un plan:

- Las serpientes son ágiles, así que debemos ser astutas. Vamos a hacer ruido para llamarla y distraerla.

Y así lo hicieron. Terca y la Tortuga comenzaron a cantar y a dar saltitos. Cuando la Serpiente Ladrona salió de su escondite, se quedó atónita al ver a Terca tan decidida.

- ¡Pero si no quieres ni un poco de fruta! - dijo la Serpiente, confundida.

- Quizás lo que quiero no es la fruta, sino aprender a compartir - respondió Terca con firmeza.

- ¡Yo sólo estaba tratando de disfrutar las manzanas para mí sola! - defendió Ladrona, mirando a su alrededor.

- Pero no es divertido compartirlo sólo con una. Si nos unimos, todos podremos disfrutar - añadió la Tortuga desde un costado.

Ladrona se sintió un poco avergonzada y tras un rato de reflexión, decidió:

- Está bien, ¡vamos a compartirlas! Pero por favor, no me llamen ladrona.

Desde ese día, La Gallina Terca, La Tortuga y La Serpiente Ladrona se convirtieron en grandes amigas. Juntas descubrieron que no había nada como reír y disfrutar de las cosas juntos. La Serpiente Ladrona prometió nunca más robar, y en su lugar, a veces traía sorpresas para compartir con sus amigas.

Y así, la amistad prosperó en el pequeño pueblo, enseñando a todos que colaborar y compartir siempre trae más felicidad que tener todo para uno solo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!