La gallina y sus pollitos



En una granja lejos del bullicio de la ciudad, vivía una gallina llamada Mariana. Mariana era muy cariñosa y siempre se aseguraba de que sus siete pollitos estuvieran bien cuidados. Cada mañana, les enseñaba a buscar lombrices y a rasguñar la tierra en busca de granos.

Un día, mientras todos jugaban a correr detrás de una mariposa, la más pequeña de las pollitas, Lila, se alejó un poco más de lo habitual. Mariana, que siempre estaba atenta, la vio y le gritó:

- ¡Lila! ¡Vuelve aquí! ¡Es peligroso alejarse!

Pero Lila, emocionada por el juego, no escuchó y continuó persiguiendo a la mariposa. De repente, se dio cuenta de que estaba sola y comenzó a asustarse. Al girar, vio un suelo extraño y desconocido, y todo lo que había alrededor le parecía un laberinto de pasto y flores.

- ¿Mamá? - gritó Lila.

Mariana escuchó el llamado de su pequeña y, preocupada, comenzó a buscarla.

- ¡Pollitos, a la granja! - ordenó Mariana. - ¡Lila se ha perdido!

Los otros pollitos, también asustados, se juntaron alrededor de su madre, con sus pequeñas alas aleteando.

- No te preocupes, mamita. Estamos contigo - dijo el pollito más grande, Pipo, tratando de mantener la calma.

Mariana, con su corazón latiendo rápido, continuó llamando a su pequeña:

- ¡Lila! ¡Vuelve, nena! ¡Estoy aquí!

Fue entonces cuando Lila, aún temerosa, decidió ser valiente. Recordó las enseñanzas de su madre y comenzó a buscar el camino de regreso. Mientras tanto, Mariana y los otros pollitos se movían a lo largo de la granja, intentando encontrar pistas de su pequeña.

- Quizá haya dejado marcas en el suelo - sugirió Pipo.

- ¡Buena idea! - exclamó Mariana. - ¡Busquemos juntos!

Así que empezaron a mirar con atención, y después de un rato, Pipo vio unas huellitas pequeñas que se apartaban del camino familiar.

- ¡Mira! ¡Aquí! - gritó emocionado.

Mariana siguió las huellas junto a sus pollitos, mientras Lila, quien se había calmado un poco, escuchó el eco de la voz de su madre. Finalmente, con un giro de una esquina, se toparon. Lila estaba sentada sobre una roca, mirando hacia el cielo, y su rostro se iluminó al ver a su madre.

- ¡Mamá! - saltó Lila corriendo hacia ella. - ¡Estaba asustada!

Mariana la abrazó con sus alas, sintiendo un alivio inmenso.

- Nunca debes alejarte, Lila. Siempre estaremos juntos - le dijo Mariana con suavidad.

- Lo sé, mamá. Pero la mariposa era tan hermosa…

- Las cosas bellas a veces pueden llevarnos a situaciones peligrosas. Es importante que siempre estemos atentos y nos cuidemos entre todos - explicó Mariana, mientras los demás pollitos asintieron con la cabeza.

Desde ese día, Lila aprendió la importancia de la familia y de no separarse de su madre. Aunque seguía amando a las mariposas y todo lo que la rodeaba, siempre recordaba seguir las enseñanzas de su madre. Al final, la granja se volvió un lugar más seguro y alegre, donde todos los pollitos podían jugar, aprender y cuidarse unos a otros, siempre bajo la atenta mirada de Mariana.

Y así, cada día en la granja, Mariana y sus pollitos siguieron disfrutando de la vida juntos, mientras aprendían que la aventura es más divertida cuando se comparten con aquellos que amamos.

FIN.

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