La gallinita chocolatera
Había una vez en la granja "El Trigal" una gallinita muy especial llamada Chocolatina. A diferencia de las demás gallinas, Chocolatina ponía huevos de chocolate en lugar de los huevos normales.
Todos los animales del corral quedaban fascinados con sus coloridos y deliciosos huevitos. Un día, mientras las otras gallinas cacareaban y picoteaban el suelo en busca de lombrices, Chocolatina se sentó triste en un rincón.
El gallo Cacarito, que siempre estaba atento a todo lo que sucedía en la granja, se acercó preocupado:"¿Qué te pasa, Chocolatina? No te he visto tan triste antes". Chocolatina levantó su cabecita emplumada y respondió con voz entrecortada:"Estoy cansada de ser diferente, Cacarito.
Todas las demás gallinas son iguales y hacen lo mismo todos los días. Yo solo pongo huevos de chocolate". Cacarito comprendió la tristeza de su amiga y le dijo con ternura:"Chocolatina, eres única y eso es maravilloso.
Tus huevitos son especiales y nos alegran a todos aquí en el corral". Pero Chocolatina no podía evitar sentirse excluida. Decidió ir al bosque para estar sola por un tiempo y reflexionar sobre su situación.
Mientras caminaba entre los árboles altos, escuchó un ruido extraño proveniente detrás de unos arbustos. Se acercó sigilosamente y descubrió a dos zorros discutiendo sobre cómo atrapar a Chocolatina para comerse sus huevos de chocolate.
"¡Atrapemos a esa gallinita y nos llenaremos de deliciosos huevitos!", dijo el zorro más grande con una sonrisa maliciosa. Chocolatina, asustada pero valiente, decidió actuar rápidamente. Corrió hacia la granja "El Trigal" para pedir ayuda. En su camino se encontró con el perro guardián, Firulais:"Firulais, necesito tu ayuda.
Dos zorros quieren atraparme para comer mis huevos de chocolate", le explicó Chocolatina entre jadeos. Firulais gruñó enojado y corrió junto a Chocolatina hacia los arbustos donde estaban los zorros. Al ver al perro gigante acercarse, los zorros huyeron despavoridos.
Chocolatina regresó triunfante a la granja y todos los animales la recibieron con alegría y aplausos. A partir de ese día, Chocolatina entendió lo especial que era y cómo sus huevos podían hacer felices a todos en el corral.
Los demás animales aprendieron a valorar las diferencias y cada vez que veían un huevo de chocolate en el nido de Chocolatina, sentían gratitud por tenerla como amiga.
Desde aquel día, la granja "El Trigal" se convirtió en un lugar lleno de amor y respeto hacia las diferencias. Y Chocolatina siempre supo que ser diferente no era algo malo, sino todo lo contrario: ¡era algo mágico!
FIN.