La Garza Blanca y el Invierno Mágico



Era un frío día de invierno en el pequeño pueblo de La Esperanza. La nieve caía suavemente, cubriendo todo con su manto blanco y brillante. Dos amigas, Lina y Sofía, estaban haciendo muñecos de nieve en el parque. Se reían y corrían, sin preocuparse por nada.

-De repente, Lina se detuvo y miró hacia el cielo-.

-¿Ves eso, Sofía? Hay algo extraño en el parque.

Sofía, curiosa, siguió la mirada de su amiga y vio una figura blanca entre los árboles. Se acercaron lentamente y, para su sorpresa, encontraron a una garza blanca sentada, con la cabeza gacha y una expresión triste.

-¡Hola, ave hermosa! ¿Qué te pasa? - preguntó Sofía con dulzura.

-

Estoy perdida... - respondió la garza con un susurro - Mi bandada y yo volábamos hacia el sur, pero me separé de ellas. Ahora estoy aquí, sola y fría. No sé si volveré a encontrarlas.

Lina se acercó a la garza y la observó detenidamente.

-

No te preocupes, encontraremos a tu bandada. - dijo con determinación.

La garza levantó la mirada y, aunque brillaban sus ojos, se sentía insegura.

-

Pero es invierno... No sé si podré sobrevivir mucho tiempo por mi cuenta. La nieve me hace sentir más lejos de casa.

Sofía tuvo una idea. -

¡Podemos hacer algo mágico! ¡Vamos a buscar a tus amigas y a ti te mantendremos caliente! Podemos construir un refugio aquí mismo, con ramas y hojas.

Lina asintió emocionada. -

¡Claro! Y mientras buscamos, podemos hacer un mapa en la nieve. Marcaremos los lugares donde hemos visto otras aves.

Mientras las niñas trabajaban, la garza observaba con asombro cómo dos pequeñas humanas se preocupaban por ella. Juntas, apilaron ramas y cubrieron la parte superior con nieve, creando un cálido refugio.

Luego, comenzaron a jugar con la nieve; sus risas llenaban el aire helado. -

-¡Mirá! - gritó Lina mientras lanzaba un bolita de nieve al aire como si fuera un pequeño copo - ¡Esto es como jugar a ser una bandada voladora!

-

Sofía sonrió -

Y yo soy la garza más feliz del mundo. ¡Notas que el frío se siente menos?

La garza blanca, atraída por la alegría, empezó a mover sus alas suavemente, a pesar de su tristeza. Las niñas decidieron darle un nombre. -

-¡Te llamaremos Blanca!

-

-Gracias, pero... ¿voy a volver con mi bandada? - preguntó la garza.

-

Por supuesto! - afirmó Sofía - ¡Nunca te rendirás!

Empezaron a buscar alrededor del parque. Observaban el cielo, el sonido de las otras aves acercándose llenó el aire. De repente, Sofía apuntó hacia el sur. -

¡Mira! ¡Ahí están! -

-

A lo lejos, un grupo de garzas volaba en formación. Blanca sintió una mezcla de alegría y tristeza.

-

Debo irme... pero no quiero dejarlas. - dijo con una voz temblorosa.

-

-¡No te vayas! - exclamó Lina - Pero si estas aquí, siempre serás parte de nosotros. Podés volver cuando quieras.

Blanca, ahora segura de su destino, observó a las otras garzas. -

Las sigo, ¡gracias por todo! - gritó mientras extendía sus alas.

Las niñas, con una sonrisa, levantaron sus brazos y vitorearon mientras Blanca se unió a su bandada. La garza se dio cuenta de que aunque estaba lejos de casa, allí había encontrado dos amigas que siempre estarían dispuestas a ayudar. Con una última mirada, voló alto en el cielo, dejando un rastro de esperanza en el aire.

En ese momento, el invierno parecía un poco más cálido, y las risas de Lina y Sofía resonaban en el parque. Prometieron nunca olvidar a su amiga Blanca y siempre cuidar el entorno para que las aves estuvieran seguras.

FIN.

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