La garza protectora
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Pueblo Alegre, un padre llamado Tritul que tenía dos hijos muy traviesos y curiosos, Nahia e Ian.
Tritul era conocido por ser un hombre misterioso y reservado, pero lo que nadie sabía es que guardaba un secreto muy peculiar. Cada noche, cuando el reloj marcaba la medianoche, Tritul se convertía en una hermosa garza blanca.
¿Y saben qué hacía esta garza tan especial? Se dedicaba a echarse gases de una manera tan estruendosa y olorosa que hasta los pájaros del bosque salían volando asustados. Tritul tenía sus razones para hacer esto.
Resulta que si se echaba gases siendo humano, le provocaba tanto escozor en el trasero que no podía sentarse durante días. Además, el olor era tan fuerte que hasta las flores del jardín marchitaban al instante. Una noche, Nahia e Ian escucharon un extraño ruido afuera de su ventana y decidieron asomarse para ver qué sucedía.
Para su sorpresa, vieron a su padre Tritul transformándose en una garza y empezando con su "concierto de gases". - ¡Papá! ¡Eres una garza! -exclamó Nahia sorprendida. - Sí, queridos hijos.
Este es mi secreto -respondió Tritul con voz avergonzada. Nahia e Ian no podían creer lo que veían sus ojos. Nunca imaginaron que su padre tuviera ese increíble poder de transformación. - ¿Por qué haces eso, papá? -preguntó Ian con curiosidad.
- Verán chicos, si me echo gases siendo humano me duele mucho y apesta demasiado. Por eso prefiero hacerlo como garza -explicó Tritul entre risas nerviosas. Los niños se miraron entre sí y luego a su padre con una sonrisa cómplice en el rostro.
- Papá, no importa cómo seas o qué secreto tengas. Siempre serás nuestro increíble papá Tritul -dijo Nahia con cariño. Desde esa noche, Nahia e Ian aprendieron a aceptar a su padre tal como era y valorar sus particularidades.
Comprendieron que todos tenemos secretos o aspectos peculiares, pero lo importante es querernos y respetarnos mutuamente sin juzgar.
Y así, la familia Tritul vivió felizmente en Pueblo Alegre, donde cada noche la garza Tritul seguía con su concierto gaseoso bajo la luna estrellada; pero esta vez acompañado por las risas cómplices de sus hijos Nahia e Ian. Moraleja: La verdadera magia está en aceptarnos tal como somos y amar a los demás sin importar sus rarezas o secretos inusuales.
¡Siempre hay espacio para el amor incondicional en nuestros corazones!
FIN.