La gata en el aula



Era un día soleado en la Escuela Primaria Rincón de Alegrías y los alumnos de cuarto grado estaban emocionados porque esa semana iban a presentar sus proyectos de ciencias. Pero, entre toda la emoción, algo inesperado ocurrió: la gata de la profesora Nati, una pequeña criatura de pelaje suave y ojos brillantes, se escabulló y entró al aula.

- ¡Miren, es la gata de la profe! - gritó Joaquín, saltando de su asiento.

Los niños comenzaron a reírse y a acercarse a la gata, quien parecía muy tranquila en medio del bullicio.

- ¡Se llama Luna! - explicó Sofía, que conocía a la gata desde que la profe la adoptó - ¡Vino a darnos suerte para el proyecto!

Los chiquitos se agruparon alrededor de Luna, acariciándola y jugando con ella, cuando de repente, Luna se escapó corriendo, dejando un rastro de risas a su paso. Las risas pronto se convirtieron en un pequeño caos.

- ¡Agarra a Luna! - gritó Diego mientras todos corrían detrás de la gata.

Luna saltó por encima de las sillas, se metió debajo de la mesa de la profesora y salió disparada hacia la puerta. Finalmente, todo el grupo salió tras ella, perdiendo de vista el proyecto que estaban a punto de presentar.

Justo en ese momento, la gata se detuvo en el patio de la escuela, donde los niños la rodearon.

- ¡No te vayas! - le dijo Carla, tratando de atrapar a Luna mientras la gata jugaba con una hoja caída.

Sin embargo, Luna siguió correteando, llevando a los niños de un lado a otro. En medio de la persecución, llegaron al sector donde estaban plantados los árboles del jardín. Luna se detuvo de repente, mirando algo con curiosidad.

- ¿Qué verá? - se preguntó Nacho, intrigado.

Los niños se acercaron lentamente y se dieron cuenta de que había un pequeño pajarito en el suelo, incapaz de volar.

- ¡Pobre pajarito! - exclamó Sofía. - Debemos ayudarlo.

Entonces, se inició un debate sobre qué hacer.

- No podemos dejarlo solo - dijo Joaquín.

- Pero, si lo tocamos, mamá gorrión no vendrá - añadió Carla.

- Hay que crear un refugio para él - propuso Diego. - ¿Y si lo llevamos al aula, así no está solo mientras esperamos a que su mamá vuelva?

Los niños se pusieron a trabajar en equipo. Usaron cartones y hojas para hacer una especie de casita y, con mucho cuidado, pusieron al pajarito adentro, esperando que la mamá regresara.

Mientras tanto, Luna observaba desde lejos, sentada tranquilamente, como si entendiera la seriedad de la situación. Los niños se miraron entre sí, sintiendo una sensación de triunfo, no solo porque habían rescatado al pajarito, sino porque habían trabajado juntos.

- Cada uno hizo algo - comentó Sofía. - Sin Luna, no habríamos salido a buscar ayuda.

De repente, la mamá gorrión apareció volando, haciendo un ruido que llamó la atención de todos. Los niños se dieron cuenta de que debían liberar al pajarito.

- ¡Es hora de volver a su hogar! - dijo Nicolás, levantando la casita.

Con cuidado, abrieron la puerta de la casa improvisada y el pajarito salió disparado hacia su mamá, que lo estaba esperando en un árbol cercano.

- ¡Lo hicimos! - gritó Joaquín con alegría.

Los chicos se abrazaron, llenos de emoción, mientras Luna se acercaba para recibir su parte de cariño.

- Gracias, Luna, por llevarnos a esta aventura - murmuró Sofía acariciando a la gata.

Al final del día, los niños volvieron al aula, donde la profesora Nati los esperaba con una gran sonrisa.

- ¿Y bien, qué hicieron? - preguntó, viendo la expresión en sus rostros.

- ¡Salvamos a un pajarito! - gritaron al unísono.

Aquel día, los niños no solo aprendieron sobre el cuidado de los animales, sino que también descubrieron la importancia del trabajo en equipo y la empatía hacia las criaturas que nos rodean. Así, gracias a Luna, la gata traviesa, aquellos pequeños siempre recordarían la lección más valiosa de todas: ser amigos de la naturaleza y trabajar juntos para ayudar a los demás.

FIN.

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