La Gata Mágica de la Escuela Rincón Verde
Era un día soleado en la Escuela Rincón Verde. Los chicos estaban emocionados porque su nueva mascota, una gata negra llamada Luna, había llegado esa mañana. La maestra Rosana, siempre llena de ideas, había decidido que Luna sería la compañera de aventuras de quinto grado.
"¡Miren qué linda es!" - exclamó Mateo, mientras acariciaba a Luna, que ronroneaba felizmente.
"Pero… es negra. ¿Tendremos suerte?" - preguntó Sofía, dudosa y con un leve escalofrío que recorrió su espalda. Los demás chicos se miraron, un aire de superstición envolvía la conversación.
La maestra Rosana se dio cuenta de que algunos alumnos se sentían un poco incómodos y decidió hablarles.
"Chicos, ¿saben qué? A veces cargamos con ideas que no tienen sentido. Las gatas negras no traen mala suerte. De hecho, hay muchos lugares donde son consideradas símbolos de buena fortuna. También son muy inteligentes y mágicas de una manera especial."
Los alumnos empezaron a interesarse, y Luna pareció entenderlo. Se estiró y saltó sobre la mesa, comenzando a jugar con una pelota de hilo. Todos comenzaron a reírse.
"¡Es una artista!" - rió Tomás mientras grababa todo con su celular.
Los días pasaron, y Luna se convirtió en parte del grupo. Casi todos los recreos, los chicos la llevaban al patio para jugar con ella. Cada vez que alguien la acariciaba, parecía que la gata tenía una manera especial de transmitir alegría.
Un buen día, la maestra Rosana propuso una nueva actividad grupal: trabajar en un proyecto de ciencias sobre los animales. Luna fue la inspiración perfecta.
"¿Y si hacemos un taller sobre la importancia de los gatos en la cultura y la ciencia?" - sugirió Sofía, entusiasmada.
"¡Sí! Además, podemos incluir cómo cuidarlos y lo que necesitamos saber para ser responsables con nuestras mascotas!" - agregó Mateo.
Todo el curso se animó con la idea y empezaron a investigar. Se repartieron tareas: algunos se encargarían de la historia de los gatos, otros de sus cuidados, y otros de las creencias que orbitan a su alrededor.
Mientras tanto, Luna, que siempre estaba cerca, observaba trabajando a los chicos. Cuando se sentaban a leer libros y a escribir, a veces ella se acomodaba entre ellos y se ponían a acariciarla como si fuera su propia mascota.
El día de la presentación llegó, y todos estaban nerviosos. Tenían planeado hacer un stand con información, fotos de Luna y, por sobre todo, contarle al resto de la escuela que las gatas negras pueden ser tan queridas como cualquier otra. Sin embargo, lo que no sabían era que un grupo de chicos del primer grado tenía una idea diferente.
El director de la escuela anunció un concurso de stands para que toda la escuela participara. Los chicos de quinto, tras la presentación de su defensa sobre Luna, se dieron cuenta de que otros grupos estaban trabajando en proyectos distintos y que su presentación parecía algo sencilla.
"¿Y si hacemos un juego con Luna para demostrar lo que aprendimos?" - propuso Tomás. Los demás, tras pensarlo, se mostraron de acuerdo.
Así que se pusieron a trabajar a contrarreloj. Diseñaron un juego donde los chicos de primer grado pasarían por diferentes estaciones aprendiendo sobre los gatos, acompañados por Luna, que sería la estrella del evento.
El día del concurso, todos estaban emocionados. Los chicos del primer grado se acercaron a Luna, y sus sonrisas iluminaban su rostro. Una vez en el stand, empezaron a girar respecto a cómo cuidarla, darles cuatro pasos para saber decidir si adoptar una mascota, y sobre las creencias erróneas que existían.
Cuando terminó la jornada, el jurado dio su veredicto. La alegría y los aplausos llenaron el ambiente.
"¡Y el primer premio es para el stand de Luna y sus amigos!" - anunció el director, mientras los chicos estallaban en gritos de felicidad.
Todo el curso, con Luna en sus brazos, celebró.
"¡Viva Luna!" - gritaron todos.
"¡Y viva la buena suerte!" - espetó Mateo, riendo.
Esa magia que tenía Luna no solo consistía en su color, sino en la unión que forjó entre sus amigos. Desde entonces, la gata negra, símbolo de alegría y amor, se convirtió en parte de la historia de Rincón Verde, recordándoles a todos que lo importante no es el color, sino lo que llevamos dentro de nosotros.
La maestra Rosana sonrió satisfecha al ver cómo sus alumnos aprendieron tanto sobre la diversidad y la importancia de no juzgar por las apariencias. Y así, Luna no solo fue su mascota, sino la primera lección sobre la verdadera amistad.
FIN.