La Gata Negra de la Escuela



En la Escuela Primaria del Barrio, había un grupo de chicos y chicas muy amigos: Juan, Lila, Tomás y Sofía. Un día, mientras jugaban en el recreo, encontraron a una gata negra entre los arbustos.

- ¡Miren, es una gata! - exclamó Juan, acercándose a acariciarla.

Lila, con un poco de miedo, dijo:

- Pero es negra, ¿no dará mala suerte?

- No digas eso, Lila. Los gatos no traen mala suerte. - respondió Sofía, tratando de convencerla.

Decidieron llevarla a la escuela y la nombraron —"Luna"  porque su pelaje brillaba como la luna en la noche. Desde ese día, Luna se convirtió en la mascota del grupo y todos la adoraban.

Pasaron los días y Luna asistía a todas las actividades del grupo. Era testigo de sus juegos, de las charlas y de sus risas. Los chicos aprendieron a cuidar de ella, alimentarla y jugar juntos, haciendo de cada día una nueva aventura.

Un día, mientras todos estaban reunidos en el aula, la maestra Laura les habló sobre una competencia de dibujo de la escuela. El tema era “Nuestros amigos”.

- ¡Podemos dibujar a Luna! - sugirió Tomás, emocionado.

- Sí, ¡y ella puede ser nuestra inspiración! - agregó Sofía.

Los chicos se pusieron manos a la obra. Todo el grupo se dedicó a dibujar a Luna en diferentes situaciones. Lila la dibujó jugando con un ovillo de lana, Juan la retrató dormida bajo un árbol y Tomás la pintó atrapando mariposas.

Cuando llegó el día de la competencia, todos estaban nerviosos. La maestra Laura les prometió una sorpresa si ganaban.

El jurado decidió que el dibujo de todo el grupo era el mejor, ya que mostraba no solo el talento de cada uno, sino también el amor que tenían por Luna.

- ¡Ganamos! - gritaron todos juntos.

La maestra se puso muy contenta y les dijo:

- Estoy orgullosa de ustedes. ¿Saben qué significa esto?

Los chicos la miraron expectantes, con sus corazones latiendo rápido.

- ¡Que vamos a celebrar con un día de campo! - respondió, sonriendo.

El grupo no podía contener su alegría. Prepararon todo para el día del picnic: sándwiches, juegos y, por supuesto, una cama especial para Luna, que nunca se quería perder un acontecimiento. Al día siguiente, el grupo presentó el dibujo en la escuela, asegurándose de que todos entendieran que Luna no era solo una gata negra, sino una parte importante de su amistad.

Sin embargo, ocurrió algo inesperado. Una gata blanca, a la que llamaron —"Nieve" , apareció en la escuela y los niños también querían adoptarla. Algunos chicos comenzaron a murmurar sobre la mala suerte que podía traer Luna, ya que Nieve, al ser blanca, simbolizaba todo lo contrario.

- ¿Por qué pensamos eso? - preguntó Sofía.

- Luna siempre ha estado aquí y nos ha enseñado mucho sobre la amistad. - agregó Tomás.

Lila reflexionó y dijo:

- ¡Sí! Cada una tiene su belleza. No debemos dejar que el color de su pelaje decida su valía.

Así, los chicos decidieron cuidar a ambas gatas y organizaron un evento para que todos pudieran conocerlas. En el evento, aprendieron que los colores no importan, sino el amor y el cuidado que se les brinda a cada uno.

- ¡Son nuestras amigas! - exclamó Juan.

La escuela se llenó de risas y juegos, y al final, Luna y Nieve se volvieron las mascotas queridas de todos los alumnos, enseñando que la verdadera amistad no tiene color.

Cada vez que se hablaba de mala suerte, los chicos recordaban el gran día de campo, y cómo la verdadera magia de la amistad unía a todos, sin importar el color. Así, la gata negra y la blanca se volvieron compañeras inseparables en la aventura de la vida escolar, demostrando que juntos eran más fuertes y felices.

FIN.

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