La Gata Negra de la Escuela del Sol



En la escuela del barrio, un grupo de chicos decidió que necesitaban una mascota para alegrar sus días. Así fue como un buen día, decidieron adoptar a una gata negra. La llamaron Luna, y aunque al principio muchos la miraban con recelo, pronto se darían cuenta de que aquel felino traería mucha alegría a su vida escolar.

Era un día soleado cuando los chicos, Pablo, Sofía, Lucas y Martina, se encontraron en el patio. Luna estaba recostada bajo un árbol frondoso.

"Mirá, ahí está la reina del patio", dijo Pablo, señalándola.

"¿No dicen que las gatas negras traen mala suerte?", preguntó Sofía, un poco intrigada.

"Esa son boludeces. ¡Luna es nuestra gata!", respondió Lucas, mientras acariciaba a la gata que ronroneaba feliz.

"Y además, siempre nos da suerte en los exámenes", añadió Martina con una sonrisa.

Desde que Luna llegó, los alumnos empezaron a disfrutar mucho más del recreo. Se sentaban a jugar con ella, compartían sus almuerzos, y la gata se convertía en el centro de atención.

Un día, el profesor de ciencias, el Sr. González, decidió hacer un proyecto sobre los cuidados de las mascotas. Les pidió que investigar sobre la alimentación de los gatos.

"¿Y si le preguntamos a Luna qué comida le gusta?", sugirió Lucas en tono bromeante.

Los chicos rieron, pero esa idea los llevó a pensar: ¿Cómo podían averiguarlo? Se les ocurrió hacer una lista de las cosas que a Luna le gustaban. Así, comenzaron a observarla.

Al principio, se dieron cuenta de que Luna amaba los atunes enlatados y cualquier cosa que tuviera pescado. Esas observaciones no solo les ayudaron a aprender sobre la alimentación de los gatos, sino que también fomentaron su trabajo en equipo.

Sin embargo, comenzaron a notar algo curioso: Luna estaba rara. No jugaba tanto como antes y se quedaba escondida en la sala de arte. Los chicos se preocuparon y decidieron investigarlo.

"¿No será que se siente sola?", preguntó Sofía.

"Quizá se aburre de jugar todo el tiempo", contestó Martina.

Fue entonces que se les ocurrió la idea de organizar un día especial para Luna. Los chicos se pusieron de acuerdo y prepararon una fiesta animal, donde todos los alumnos traían sus mascotas. Ese día, todos pintaron carteles, prepararon golosinas y se aderezaron de colores.

El día de la fiesta, Luna se convirtió en la estrella. Los chicos organizaban concursos de saltos, carreras y hasta un show de talentos felinos, donde los gatos mostraban sus habilidades. La escuela se llenó de risas y alegría, y Luna, feliz y rodeada de sus nuevos amigos, regresó a ser la gata juguetona que todos conocían.

Al final del día, mientras Luna descansaba exhausta, todos los chicos se juntaron en círculo y acordaron:

"Ahora sabemos que una mascota también necesita atención y diversión, como nosotros", dijo Lucas.

"Y lo mejor es que no importa el color de su pelaje, ¡siempre traen alegría!", añadió Sofía.

De esta manera, los chicos aprendieron que cuidar de una mascota era también cuidar de sus sentimientos y que el amor no entiende de colores. Luna siguió siendo la gata negra de la Escuela del Sol, y todos comprendieron que cada ser, sin importar su apariencia, tiene su propio valor y encanto.

Así, con cada lección y cada día desplegando su alegría, Luna y sus amigos demostraron que la verdadera riqueza está en la amistad y el respeto por los demás.

FIN.

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