La Gata Negra de la Escuela La Esperanza
Era una mañana radiante en la Escuela La Esperanza. Todos los alumnos de cuarto grado esperaban ansiosos el regreso de su mascota, una gata negra llamada Luna. Luna había estado en casa con la maestra durante unas semanas, ya que los niños habían estado aprendiendo sobre el cuidado de los animales.
"¿Cuándo vuelve Luna?" - preguntó Mateo, un niño curioso que siempre estaba deseando jugar con ella.
"Hoy, por fin!" - respondió Valentina, mientras miraba por la ventana con gran expectativa.
Cuando sonó el timbre del recreo, la puerta del aula se abrió y la maestra Mariela entró con Luna en brazos. La gata, con su suave pelaje negro, parecía disfrutar del revuelo que causaba entre los estudiantes.
"¡Luna!" - gritaron los chicos al unísono.
Luna saltó al suelo y comenzó a pasearse orgullosa por el aula. Todos querían acariciarla, pero la maestra Mariela hizo una señal para que se calmaran.
"Chicos, recuerden que Luna es un ser vivo que necesita respeto y tranquilidad", les recordó.
Durante las siguientes semanas, los alumnos aprendieron a cuidar de Luna. Aprendieron sobre su alimentación, su higiene y, lo más importante, sobre cómo tratarla con amor. Pero un día, algo inesperado sucedió.
Luna no parecía moverse tanto como de costumbre. Al principio, los niños pensaron que estaba cansada, pero luego, al no jugar con ellos, empezaron a preocuparse.
"Tal vez esté triste por alguna razón", sugirió Sofía.
"¿Y si le hacemos algo especial?" - propuso Mateo. Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a pensar en un gran festejo para alegrar a Luna.
El día del festejo llegó. Todos trajeron historias sobre gatos y organizaron una gran fiesta en el aula. En el medio de risas, juegos y cuentos, notaron que Luna empezó a mostrar más interés.
"Miren, está jugando con ovillos de hilo!" - exclamó Valentina, apuntando hacia la gata.
Luna comenzó a saltar y corretear entre los alumnos, mezclándose entre risas y susurros. Todos estaban contentos de verla feliz.
Sin embargo, en medio de la alegría, Luna hizo algo inesperado: corrió hacia la ventana y maulló. Los chicos la miraron confundidos.
"¿Qué le pasa?" - preguntó Mateo, preocupado.
La maestra Mariela se acercó a la ventana y vio un pequeño grupo de gatos callejeros afuera, en busca de comida.
"Parece que Luna quiere ayudar a esos gatos," - dijo la maestra. Fue entonces que todos entendieron lo que Luna estaba tratando de comunicarles.
"¡Podemos hacer algo!" - exclamó Sofía.
Decidieron organizar una colecta de comida y mantas para los gatos de la calle. Los niños hicieron carteles, hablaron con sus padres y, en una semana, lograron juntar un montón de donaciones.
El día de la entrega, cargaron cajas llenas de comida y mantas y se dirigieron al lugar donde habían visto a los gatos.
"¡Miren!" - dijo Mateo emocionado.
Allí, los gatos estaban esperando. Con cuidado, empezaron a dejar la comida y las mantas. Luna, al ver eso, parecía muy orgullosa de sus amigos.
"¡Gracias, Luna!" - dijo Sofía.
Desde ese día, la escuela instituyó una semana de cuidado animal, donde enseñarían a cuidar y respetar a todos los seres vivos. Luna se convirtió en la mascota más querida y la inspiración para ayudar a otros animales en la comunidad.
Y, así, la gata negra no solo enseñó a los niños sobre el cuidado de los gatos, sino que también les mostró el valor de la empatía y la solidaridad.
Nunca olvidaron que, a veces, un gesto de cariño y una atención especial a quienes nos rodean pueden cambiar el mundo, aunque sea solo un poquito.
FIN.