La gatita blanca y el pajarito herido



Había una vez una pequeña gatita blanca de nombre Nieve. Vivía en un hermoso jardín junto a su mamá gata y sus hermanitos. Nieve era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba el jardín, Nieve escuchó un ruido proveniente del árbol más alto. Se acercó sigilosamente para investigar y descubrió a un pajarito atrapado entre las ramas. El pajarito tenía una ala lastimada y no podía volar.

Nieve sintió mucha compasión por el pajarito y decidió ayudarlo. Saltó con agilidad hasta llegar al lugar donde se encontraba el ave. Con mucho cuidado, lo tomó en su boca sin hacerle daño y lo llevó hasta el suelo.

"No te preocupes, pajarito", dijo Nieve con ternura, "te ayudaré a sanar tu ala". Nieve sabía que debía buscar ayuda para el pajarito, así que corrió hacia la casa del jardinero.

Golpeó la puerta con su patita blanca hasta que el jardinero abrió sorprendido. "¡Hola! ¿En qué puedo ayudarte?", preguntó amablemente. Nieve soltó al pajarito en frente del jardinero y le explicó lo ocurrido. El hombre sonrió y asintió comprensivamente.

"Voy a buscar algo para inmovilizarle el ala", dijo mientras entraba rápidamente a la casa. Al cabo de unos minutos, regresó con un trozo de tela suave y delicada. Con mucho cuidado, envolvió el ala lastimada del pajarito para que pudiera sanar sin problemas.

Nieve observaba con atención cada movimiento, emocionada de poder ayudar al pequeño pájaro. El jardinero les hizo un nido improvisado en una caja y los dejó juntos para que el pajarito se sintiera seguro.

Los días pasaron y Nieve visitaba al pajarito todos los días. Le llevaba comida, agua fresca y le contaba historias divertidas para alegrarlo. Poco a poco, el ala del pajarito sanó gracias a la ayuda de Nieve y el cuidado del jardinero.

Un día soleado, cuando el pajarito ya estaba completamente recuperado, Nieve decidió llevarlo hasta un árbol cercano. Con mucho cuidado lo colocó en una rama baja y se despidió con tristeza pero felicidad en su corazón.

"¡Buena suerte, amiguito! ¡Vuela alto y sé feliz!", dijo Nieve mientras veía cómo el pajarito extendía sus alas y volaba por primera vez desde su accidente. El jardinero también estaba presente en ese momento y sonrió orgulloso ante la valentía y generosidad de Nieve.

"Has hecho algo maravilloso, pequeña gatita", dijo el jardinero. "Tu bondad ha permitido que este hermoso pájaro recupere su libertad". Nieve se sintió muy feliz por haber ayudado al pajarito.

Aprendió que no importa cuán pequeños o diferentes seamos, siempre podemos hacer una diferencia en la vida de alguien más si estamos dispuestos a tender una pata amiga. Desde aquel día, Nieve siguió explorando el jardín con curiosidad y compasión en su corazón.

Siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara, recordando que todos podemos ser héroes sin importar nuestro tamaño o especie.

FIN.

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