La gatita naranja del jardín encantado
En un pintoresco pueblo rodeado de una exuberante vegetación, vivía una familia muy especial. Su hogar, una casa de teja, abrazaba un jardín encantador, con un patio de piedra laja y árboles frutales.
A pocos metros, un arroyo cantarín fluía entre una cortina de bambúes. Todo era armonía en aquel lugar, hasta que un día de invierno, una linda gata de color naranja apareció en el jardín de la familia.
La pequeña gata, a la que bautizaron como Mirta, se convirtió en la nueva integrante de la familia. Desde su llegada, la curiosa Mirta exploraba cada rincón del jardín, descubriendo los secretos que escondía.
Jugaba entre los árboles frutales, se entretenía con las mariposas y se relajaba al sol en el cálido patio de piedra laja. Pero Mirta también exploró el arroyo, aprendiendo sobre el valor del cuidado del agua y la importancia de la naturaleza para su hogar.
La familia, con amor y paciencia, enseñó a Mirta la importancia de cuidar el jardín y a respetar a los demás seres que lo habitaban.
Mirta, con el tiempo, se convirtió en una guardiana del jardín, protegiendo a su familia de pequeños intrusos, pero también enseñándoles sobre la verdadera belleza de la convivencia armoniosa con el entorno.
Con el tiempo, Mirta se convirtió en la embajadora del respeto y el cuidado de la naturaleza en el pueblo, inspirando a otros animales y humanos a preservar y disfrutar de ese hermoso jardín encantado. La llegada de Mirta no solo trajo alegría a la familia, sino que también despertó el amor y la conciencia sobre la importancia de cuidar el entorno.
Juntos, aprendieron que, al proteger y valorar la naturaleza, estaban protegiendo su hogar y a todos los seres vivos que lo habitaban.
El jardín encantado se convirtió en el lugar más hermoso del pueblo, lleno de vida, respeto y amor, gracias a la presencia de Mirta y a la invaluable lección que ella les enseñó.
FIN.