La Gatita Sabia
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, cuatro amigos llamados Marisel, Silvia, Rubén y Aurélio. Ellos eran inseparables y siempre se divertían juntos.
Un día, mientras caminaban por el parque del pueblo, encontraron a una gatita negra y blanca que maullaba por ayuda. - ¡Miren! ¡Es una gatita! -exclamó Silvia con entusiasmo. - Parece que está perdida -dijo Marisel acariciando su cabeza. - Debemos ayudarla a encontrar a su dueño -agregó Rubén.
Aurélio tomó la gatita en brazos y todos comenzaron a buscar alrededor del parque para ver si encontraban algún dueño o algo que pudiera indicar de dónde venía la gatita.
Después de buscar durante un rato sin éxito, decidieron llevarla a casa de Marisel para cuidarla temporalmente hasta encontrar a su dueño. En casa de Marisel prepararon un lugar cómodo para la gatita y le dieron comida y agua. La bautizaron como Mimí y rápidamente se encariñaron con ella.
Durante los siguientes días, intentaron encontrar al dueño pero no tuvieron éxito. Así que decidieron tomar la responsabilidad de cuidarla ellos mismos. Pero pronto descubrieron que Mimí era más especial de lo que pensaban.
Tenía habilidades sorprendentes como saltar muy alto o atrapar ratones con facilidad. Además, parecía tener un don especial para entender las emociones humanas ya que siempre estaba cerca cuando alguien necesitaba consuelo o compañía.
Un día mientras paseaban con Mimí, encontraron a un grupo de niños que se burlaban de uno de ellos por tener discapacidad visual. Los amigos sintieron mucha tristeza y rabia al ver la situación, así que decidieron intervenir. - ¡Oigan! ¿Qué están haciendo? -preguntó Rubén.
- Nosotros no hacemos nada malo. Solo estamos jugando -respondió uno de los niños. - Pero no es justo que se burlen del niño solo porque no puede ver bien -dijo Marisel.
Mimí comenzó a maullar fuerte y se acercó al niño con discapacidad visual. Comenzó a frotarse contra sus piernas y ronronear para darle cariño. El niño sonrió por primera vez en mucho tiempo y su rostro reflejaba una gran felicidad.
Los otros niños quedaron sorprendidos al ver cómo la gatita había logrado hacer sentir mejor al niño. A partir de ese momento, cambiaron su actitud hacia él y comenzaron a jugar juntos sin importar las diferencias que tenían.
Desde entonces, Marisel, Silvia, Rubén y Aurélio aprendieron la importancia de ser amables con los demás sin importar las diferencias o limitaciones que pudieran tener. Y Mimí se convirtió en un símbolo de amor y comprensión para todos los habitantes del pueblo.
FIN.