La generosidad de Lola


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Gaturra, una gatita muy traviesa y curiosa llamada Lola. Lola era una gata callejera que vivía en las calles del pueblo junto a sus amigos animals.

Siempre estaba buscando aventuras y travesuras para entretenerse. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Lola vio a lo lejos una casa con las ventanas abiertas y un delicioso olor a comida que salía de ella.

Su estómago empezó a gruñir, ¡y no pudo resistirse! Decidió acercarse sigilosamente para ver qué ocurría dentro de la casa. Al asomarse por la ventana, vio a una familia humana cenando en la mesa. Había platos repletos de comida casera y apetitosa.

Lola se relamió solo de pensar en probar un bocado. Sin pensarlo dos veces, saltó ágilmente por la ventana y se coló en la casa.

"¡Miau! Qué rica comida hay aquí", dijo Lola para sí misma mientras olfateaba alrededor. La familia se sorprendió al ver a Lola merodeando por su cocina, pero al notar que parecía hambrienta decidieron no asustarla y le dieron un poco de comida.

A partir de ese momento, Lola comenzó a visitar regularmente la casa en busca de alimentos sabrosos. Sin embargo, con el tiempo, Lola comenzó a darse cuenta de que su comportamiento estaba mal. Estaba aprovechándose de la generosidad de esa familia sin dar nada a cambio.

Se sentía culpable por haber invadido su espacio y decidió que tenía que hacer algo al respecto. Una noche, cuando volvió a visitar la casa, encontró a uno de los niños llorando porque no tenían suficiente comida para todos.

Ese fue el momento decisivo para Lola. "¡Miau! No llores más pequeño, yo te ayudaré", dijo Lola con determinación. Lola salió corriendo hacia el mercado y buscó entre las cajas hasta encontrar algunas latas de atún y bolsitas de croquetas.

Con mucho esfuerzo logró cargar todo hasta la casa y dejó los alimentos en la puerta antes de desaparecer nuevamente en la oscuridad.

A la mañana siguiente, cuando la familia abrió la puerta se encontraron con el regalo inesperado dejado por Lola. En una nota escrita con garabatos felinos decía: "Para mi nueva familia". La madre sonrió emocionada al leer las palabras e invitó a todos a compartir el almuerzo juntos.

Desde ese día en adelante, Lola se convirtió en parte importante de esa familia humana. Ayudaba como podía llevando regalitos o simplemente brindando compañía amorosa. A cambio recibió cariño incondicional y un hogar donde nunca le faltaría comida ni afecto.

Y así fue como aquella traviesa gatita callejera aprendió que no necesitaba robar para tener lo que deseaba; solo necesitaba dar amor y generosidad para ser feliz junto a quienes querían cuidarla.

Dirección del Cuentito copiada!