La generosidad de Rita
Había una vez en un pequeño pueblo, una malvada y egoísta mujer llamada Rita.
Lo único que le importaba era recibir regalos y atenciones de los demás, pero cuando alguien le pedía un favor, siempre hacía caso omiso y lo ignoraba por completo. Rita vivía en una hermosa casa con todas las comodidades que podría desear. Tenía muebles lujosos, ropa de diseñador y todo tipo de objetos valiosos.
Pero a pesar de tener tantas cosas materiales, nunca se sentía satisfecha. Un día, mientras caminaba por el mercado del pueblo, Rita vio a un niño llamado Lucas vendiendo flores. El niño tenía una expresión triste en su rostro y sus ojos reflejaban cansancio.
"¡Eh tú! Niño", exclamó Rita con tono despectivo. "¿Cuánto cuestan esas flores?"Lucas levantó la mirada sorprendido al escucharla hablarle. Con voz tímida respondió: "Cuestan cinco pesos cada ramo".
Rita sacó su billetera y le dio diez pesos a Lucas sin pensarlo dos veces. Tomó el ramo de flores más grande y colorido sin siquiera agradecerle al niño. A medida que pasaban los días, Rita seguía recibiendo regalos de sus amigos adinerados.
Pero algo extraño comenzó a suceder; cada vez que necesitaba ayuda o alguien le pedía algo a ella, nadie estaba interesado en ayudarla.
Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo con sus costosas joyas brillando al sol, vio a un grupo de niños jugando en el césped. Uno de ellos se acercó a ella con una sonrisa. "Hola, señora Rita", saludó el niño llamado Pedro.
"¿Podría ayudarnos a construir un fuerte de arena?"Rita, como siempre, ignoró la petición del niño y continuó caminando sin prestarle atención alguna. Los días pasaron y Rita comenzó a sentirse cada vez más sola y vacía.
Se dio cuenta de que su actitud egoísta había alejado a las personas de su vida y no tenía a nadie en quien confiar o pedir ayuda cuando realmente lo necesitaba. Un día, mientras estaba sentada en su lujoso salón rodeada de objetos valiosos pero sin nadie con quien compartirlos, escuchó un ruido extraño afuera.
Curiosa, se asomó por la ventana y vio al grupo de niños con los que se había cruzado en el parque construyendo un hermoso fuerte de arena.
Rita sintió una punzada de tristeza al darse cuenta de que nunca había sido capaz de disfrutar momentos tan simples como jugar con otros. Tomó una decisión en ese momento: cambiar su actitud egoísta por una más generosa y amable. Decidió disculparse con todos aquellos a quienes había ignorado o tratado mal antes.
Comenzó visitando al pequeño Lucas para darle las gracias por sus flores e invitarlo a tomar helado juntos. Poco a poco, Rita fue ganándose nuevamente la confianza y amistad del pueblo entero.
Aprendió que recibir es importante, pero también lo es ser generoso y estar dispuesto a ayudar a los demás. Desde ese día, Rita se convirtió en una persona amable y generosa.
Aprendió que la verdadera felicidad no radica en tener cosas materiales, sino en el amor y la amistad que compartimos con los demás. Y así, Rita vivió felizmente el resto de sus días, rodeada de amigos y sonrisas, entendiendo que dar es tan importante como recibir.
Y todos los habitantes del pueblo aprendieron la valiosa lección de que ser egoísta solo te lleva al aislamiento y la tristeza, mientras que ser generoso te llena de alegría y gratitud.
FIN.