La Generosidad de Villa Feliz


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un grupo de amigos muy unidos: Martina, Lucas, Sofía y Tomás. Ellos jugaban juntos todos los días y se divertían mucho compartiendo sus juguetes y meriendas.

Un día, mientras estaban en el parque jugando a la pelota, llegó un niño nuevo al pueblo. Se llamaba Mateo y estaba solo sentado en un banco mirando con tristeza a los otros niños jugar.

Martina, que era muy amable, se acercó a él y le preguntó si quería unirse a su juego. "Hola, ¿te gustaría jugar con nosotros?" -dijo Martina con una sonrisa. Mateo levantó la mirada sorprendido por la invitación y asintió tímidamente.

Desde ese momento, Mateo se convirtió en parte del grupo de amigos y todos disfrutaban juntos de largas tardes de juegos y risas.

Un día, mientras estaban en casa de Lucas jugando con bloques de construcción, Mateo notó que Lucas tenía un tren eléctrico que le encantaba pero que no funcionaba porque le faltaba una pieza. Sin dudarlo, Mateo decidió regalarle una pieza de su propio tren para que Lucas pudiera arreglar el suyo.

Lucas quedó sin palabras ante el gesto generoso de Mateo y le dio las gracias emocionado. A partir de ese día, los cuatro amigos aprendieron la importancia de la reciprocidad: dar sin esperar nada a cambio pero también saber recibir cuando alguien quiere ayudarnos.

Un fin de semana, decidieron organizar una kermés para recaudar fondos para ayudar a renovar el parque del pueblo que estaba descuidado.

Cada uno aportaría algo: Martina haría cupcakes, Lucas ofrecería juegos con premios sorpresa, Sofía vendería pulseras hechas a mano y Tomás dibujaría retratos caricaturescos. La kermés fue todo un éxito y lograron recaudar el dinero suficiente para embellecer el parque con nuevas plantas y juegos.

Todos los habitantes del pueblo se sintieron orgullosos del trabajo en equipo realizado por esos valientes niños. Desde entonces, en Villa Feliz se hablaba del valor de la reciprocidad enseñado por Martina, Lucas, Sofía, Tomás ¡y Mateo! Los cinco amigos demostraron que cuando nos apoyamos mutuamente podemos lograr grandes cosas juntos.

Y así termina nuestra historia sobre cómo unos niños de seis años descubrieron el valor tan importante de dar sin esperar nada a cambio pero también aprender a recibir con gratitud cuando alguien nos ofrece su ayuda desinteresadamente.

Porque como decían Martina, Lucas, Sofia, Tomas ¡y ahora también Mateo! : "La verdadera amistad es reciproca".

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