La Golondrina Valiente y sus Amigos del Arroyo
Había una vez, en una hermosa mañana de primavera, una pequeña golondrina llamada Lía. Era una golondrina migrante que viajaba con su bandada hacia un nuevo hogar cada año. Sin embargo, un día, mientras exploraba un arroyo lleno de brillantes reflejos, Lía se emocionó tanto que no se dio cuenta de una rama baja y terminó dañándose una alita.
"¡Ay! ¡Qué dolor!" - exclamó, mientras se caía al suelo, sintiendo que se había perdido y asustado.
En ese instante, una nutria llamada Nino estaba jugando en el agua. Al escuchar el grito de Lía, nadó rápidamente hasta la orilla.
"¿Estás bien, pequeña?" - preguntó Nino, preocupado.
"Me lastimé y no puedo volar... No sé cómo volver a casa" - respondió Lía, con lágrimas en los ojos.
Nino, con su carácter amable, decidió ayudarla.
"No te preocupes, tengo un amigo que puede ayudarte. ¡Voy a buscar a Casta, el castor!" - dijo Nino, mientras se zambullía de nuevo en el agua.
Pocos minutos después, Nino regresó acompañado de Casta, un castor trabajador que estaba construyendo una represa.
"Hola, Lía. ¿Qué te pasó?" - preguntó Casta, examinando con cuidado el alita de la golondrina.
"Me lastimé y no puedo volar. No quiero perder a mi bandada, ni hacer que se preocupen por mí" - dijo Lía, sintiéndose muy triste.
"No te preocupes, amiga. Pondremos un plan en acción. Te ayudaré a rehabilitar tu alita" - dijo Casta, decidido a rescatar a su nueva amiga.
Así, a partir de aquel día, Nino y Casta cuidaron de Lía. La nutria le traía alimento fresco mientras el castor le enseñaba ejercicios para fortalecer su alita. Pasaron días de risas y juegos, y Lía comenzó a sentirse mejor. Sin embargo, un día, mientras jugaban, la pareja de amigos notó que Lía estaba inquieta.
"¿Qué te pasa, Lía?" - preguntó Nino.
"Me siento mal por no poder ir a buscar a los de mi bandada. Me pregunto si ya me olvidaron..." - respondió Lía, mirando el cielo.
Casta pensó un momento y dijo:
"Tal vez deberíamos pedir ayuda a la garza, ella puede ver desde muy alto y encontrarte a tus amigos" - sugirió.
Los tres amigos decidieron buscar a la garza. Tardaron un rato, pero finalmente la encontraron al borde del arroyo, admirando su reflejo en el agua.
"¡Hola, Garza!" - saludó Nino. "Necesitamos tu ayuda. Lía se perdió y no puede vo... volar todavía. ¿Podrías ayudarnos a buscar su bandada?"
La garza, de nombre Greta, accedió de inmediato.
"Por supuesto, yo tengo una vista privilegiada. Si puedo ayudar a una amiga, lo haré sin dudarlo" - dijo Greta con una sonrisa.
Así que, sin perder más tiempo, Greta alzó vuelo mientras Nino y Casta se quedaban en el arroyo esperando con los dedos cruzados.
Después de un rato, Greta regresó, emocionada.
"¡Los encontré! Están haciendo una parada cerca del lago grande, a solo un par de kilómetros de aquí. ¡Vuelen!" - exclamó.
Lía sintió una mezcla de emociones. Tenía miedo de dejar a sus nuevos amigos, pero su corazón quería volver a la bandada.
"No puedo irme, ustedes me han salvado y son muy especiales para mí..." - dijo Lía con una voz temblorosa.
Nino, dándose cuenta del conflicto de su amiga, le respondió:
"Un verdadero amigo siempre quiere lo mejor para ti, Lía. Sabemos que debes ir. Pero ¡prometemos que siempre estarás en nuestros corazones!"
Casta asintió, con una sonrisa triste.
"Y siempre estarás bienvenida aquí. ¡Date prisa y ve a encontrarlos!"
Con lágrimas de gratitud en sus ojos, Lía abrazó a sus amigos.
"¡Gracias, gracias! Volveré a visitarlos siempre que pueda!" - exclamó, luego emprendió el vuelo hacia el lago, donde estaba su bandada.
Cuando llegó, los demás la estaban esperando ansiosos.
"¡Lía! ¡Te extrañamos tanto!" - gritaron al unísono, abrazándola suavemente.
Lía les contó sus aventuras y cómo la ayudaron a recuperarse. Prometió volver siempre que pudiera, porque pudo comprender que, aunque su bandada era su familia, también había encontrado amigos especiales en aquel arroyo mágico. Así, Lía voló feliz, compartiendo sus cuentos de amistad y cariño, llevando consigo un pedacito del arroyo en su corazón.
Desde ese día, la golondrina no solo migró con su bandada, sino que también regresaba al arroyo siempre que podía, y Nino, Casta y Greta se convirtieron en amigos de verano, creando historias para recordar siempre. ¡Y así, la pequeña golondrina y sus amigos vivieron felices para siempre!
FIN.