La Gran Amistad



Había una vez en un denso y verde bosque, un lobo feroz llamado Lobo, al que todos temían. Lobo tenía un gran problema: siempre tenía hambre y no podía parar de pensar en algo rico para comer. Un día, mientras deambulaba, se encontró con tres cerditos que estaban construyendo sus casas.

"- ¡Hola, cerditos! ¿Qué están haciendo?", preguntó el lobo con un tono amable, aunque su estómago gruñía de hambre.

"- Estamos construyendo nuestras casas para protegernos del frío y del peligro. ¡Pero no te acerques mucho!", respondió el cerdito de la casa de paja, temeroso.

Sin embargo, a Lobo le intrigó el esfuerzo de los cerditos por buscar una solución. Él se sentó a observarlos y decidió no apresurarse a asustarlos, ya que sentía una curiosidad inusual.

"- ¿Por qué no me cuentan un poco más de sus casas?", propuso Lobo, intentando sonar menos amenazante.

"- Bueno, la casa de paja es rápida de construir, pero no es muy resistente. La de madera es un poco más fuerte, pero la de ladrillo es la mejor de todas!", explicó el cerdito de la casa de ladrillos, orgulloso de su trabajo.

"- Oh, yo también sé hacer algo!", exclamó Lobo emocionado. "Podría ayudarles con la casa de ladrillos para hacerla más fuerte. Yo tengo mucha fuerza".

Los cerditos se miraron entre sí, confundidos. Primero dudaron, pero pronto el cerdito de la casa de madera dijo:

"- Quizás nos podrías ayudar, pero no podemos confiar en ti del todo, después de todo… eres el lobo feroz."

"- Les prometo que no les haré daño. Solo tengo un poco de hambre y me gustaría aprender a construir", insistió Lobo.

Finalmente, los cerditos decidieron darle una oportunidad. Así, Lobo comenzó a ayudarlos a construir la casa de ladrillos, y con su fuerza, en poco tiempo lograron levantar una casa muy resistente. Con cada ladrillo que ponían, buscaban que el lobo se sintiera más parte del grupo.

"- ¡Mirá qué fuerte queda!", dijo el cerdito de la casa de madera mientras ponían el último ladrillo.

"- Y lo mejor es que la hice con amigos", añadió Lobo, sintiéndose feliz y satisfecho. Para su sorpresa, Lobo no sólo había construido una casa, sino que había formado una amistad con los cerditos.

Un día, mientras los cuatro estaban jugando y riendo, un gran viento comenzó a soplar y las nubes se oscurecieron. El lobo se preocupó.

"- ¡Cuidado! Los árboles pueden caerse", gritó Lobo. "Vengan, guíenme a un lugar seguro!"

Los cerditos lo siguieron mientras Lobo usó su fuerza para empujar los árboles caídos y proteger a los cerditos de cualquier peligro, demostrando que, a pesar de su fama, podía ser un gran amigo.

Transformados por el entusiasmo de la aventura y por las dificultades, al llegar a un lugar seguro, uno de los cerditos exclamó:

"- ¡Gracias, Lobo! Nunca pensé que serías tan valiente."

"- Bueno, gracias a ustedes aprendí que no puedo juzgar a alguien sólo por su nombre. ¡Ustedes son buenos amigos!", respondió Lobo.

Todos rieron y, a partir de ese día, Lobo no sólo dejó de ser el lobo feroz del bosque, sino que se convirtió en el protector de los cerditos. ¡Y juntos vivieron felices y en armonía!

Moraleja: No juzgues a los demás por su apariencia o su fama. A veces, encontrar una amistad en el lugar menos esperado puede cambiar tu vida para siempre.

FIN.

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