La Gran Amistad de Era y la Hormiga



En un pequeño rincón del jardín, donde las flores bailaban con el viento, vivía Era, una niña curiosa y aventurera. Era siempre estaba rodeada de amigos, pero había una pequeña hormiga que, por alguna razón, siempre parecía molestarla.

La hormiga se llamaba Antón. Antón era trabajadora y llena de energía, pero a Era le parecía muy fastidiosa. Un día, mientras jugaba cerca de unos arbustos, Era gritó:

"¡Antón, siempre estás en mi camino! ¡No te soporto!"

Antón, que estaba cargando una migaja de pan, levantó la vista y respondió:

"¡Pero yo sólo estoy haciendo mi trabajo! ¡No te quiero molestar, Era!"

Era frunció el ceño. Ella no sabía que Antón era una de las hormigas más importantes en su ecosistema, responsable de recoger y transportar nutrientes para su hogar.

A medida que pasaban los días, Era seguía intentando evitar a la pequeña hormiga. Pero siempre parecía cruzarse en su camino, como si el destino se empeñara en reunirlas. Un buen día, mientras exploraba, Era encontró un pequeño zapato de juguete atrapado debajo de una piedra. Quiso sacarlo, pero no podía. Así que gritó pidiendo ayuda:

"¡Socorro! ¡No puedo sacar este juguete!"

De repente, apareció Antón, aún con su migaja, y miró el zapato.

"¿Puedo ayudarte?" preguntó.

"¿Tú?" se sorprendió Era.

"Sí, las hormigas somos fuertes. Yo puedo organizar a mis amigas y juntas podemos mover la piedra," ofreció Antón.

Era dudó, pero se dio cuenta de que la pequeña hormiga estaba dispuesta a ayudarla y aceptó.

"Está bien, ¿qué necesitas que haga?"

Antón sonrió y reunió a otras hormigas.

"¡Vamos chicas! ¡A mover la piedra!"

Juntas, empujaron con todas sus fuerzas y, sorprendentemente, la piedra se movió.

"¡Lo hicimos!" gritó Era mientras el zapato daba un salto triunfal hacia la luz del sol.

Era nunca había visto a tantas hormigas trabajando en equipo.

"No sabía que podían hacer tantas cosas juntas", admitió.

"Así es, trabajamos mejor en equipo. Cada una de nosotras tiene un papel importante," contestó Antón con orgullo.

Era comenzó a ver a Antón de otra manera, ya no como la molestia de siempre, sino como una amiga con talentos especiales.

Con el tiempo, Era y Antón se hicieron inseparables. Era comenzó a aprender sobre el mundo de las hormigas y cómo cada una hacía su parte para mantener su hogar en el jardín en equilibrio.

Una tarde, mientras jugaban, Era notó que había menos comida alrededor y que algunas flores se veían tristes.

"¿Qué está pasando, Antón?" preguntó preocupada.

"Es posible que no tengamos suficientes recursos, necesitamos un plan."

Era recordó lo que había aprendido de Antón sobre el trabajo en equipo y decidió organizar una búsqueda de comida con sus amigos humanos y hormigas. Juntos, recolectaron semillas, frutas y hojas secas.

"¡Esto es mucho más fácil cuando trabajamos juntos!" exclamó Era emocionada.

Al final del día, todos celebraron con un picnic en el jardín. Era sonrió al mirar a su alrededor.

"¿Sabes qué, Antón? Nunca pensé que una hormiga pudiera ser tan importante en mi vida." Antón se sonrojó.

"Y yo nunca pensé que podría tener una amiga como vos, Era."

Desde aquel día, Era y Antón aprendieron a valorar sus diferencias y trabajar juntas.

Era comprendió que, aunque cada uno podía parecer pequeño y sin importancia, todos tienen su función en el gran esquema de las cosas. Y así, en el jardín y en la vida, sus nuevas aventuras nunca dejaron de asombrarlas y el cariño entre ellas creció día tras día.

"¡Vamos a seguir explorando y ayudando a los demás, Antón!"

"¡Sí, Era! ¡Juntas somos más fuertes!"

Y así fue como una simple rivalidad se transformó en una gran amistad entre una niña y una hormiga, demostrando que con respeto y trabajo en equipo, pueden lograrse cosas maravillosas.

FIN.

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