La Gran Amistad de Lucía, Delfina y Mía



Había una vez en un pequeño pueblo un grupo de tres amigas inseparables: Lucía, Delfina y Mía. Juntas pasaban el tiempo jugando en el parque, compartiendo risas y aventuras. Pero un día, algo inesperado sucedió.

Era un soleado día de primavera, y las tres amigas decidieron hacer un pic-nic. Cada una trajo algo especial para compartir. Lucía llevó empanadas caseras, Delfina trajo un delicioso pastel de chocolate, y Mía llevó su famoso jugo de naranja.

Cuando llegaron al parque, encontraron un hermoso lugar bajo un gran árbol frondoso. Se desplegaron sobre el césped sus mantas coloridas y comenzaron a disfrutar de la comida.

De repente, Mía notó que Delfina había traído más pastel de lo que había dicho.

"¡Hey, eso no es justo! Dijiste que solo traías un pedacito para compartir. ¿Por qué traes tanto?"

"Pero, Mía, pensé que a ustedes les gustaría disfrutarlo. No quise hacer trampa".

"No trampa, pero… es muy raro, ¿no?"

"¡Chicas, cálmense! No hay razón para pelear" interrumpió Lucía, tratando de mediar.

Las palabras de Mía y Delfina comenzaron a levantarse como una tormenta. Empezaron a discutir, cada una defendiendo su postura sin escuchar a la otra.

De repente, un fuerte viento sopló y el pastel de chocolate voló por los aires, aterrizando justo en la cabeza de un pato que nadaba en el estanque cercano. El pato, confundido, comenzó a caminar desorientado, lo que provocó que todas se rieran, rompiendo la tensión que había en el aire.

"¡Mirá, el pato con el pastel de chocolate!" rió Lucía.

"¡Esto va a ser la historia de nuestro pic-nic!" se unió Mía.

"Sí, ¡pobre pato!" se rió Delfina mientras empezaba a recoger sus cosas.

Así, la discusión se transformó en risa y, mientras intentaban atraer al pato lejos del pastel, se dieron cuenta de lo tonto que era pelearse por algo tan pequeño.

Mía dijo, "Chicas, es solo un pastel. No vale la pena arruinar nuestra amistad por eso. ¿Podemos empezar de nuevo?"

"Sí, tenés razón, Mía. Me dejé llevar..." aceptó Delfina.

"Y yo también, chicas. Lo importante es que estamos juntas" agregó Lucía.

Decidieron hacer una nueva promesa: hablar siempre con sinceridad y nunca dejar que un malentendido arruine su amistad.

Mientras recogían sus cosas, Lucía tuvo una idea brillante.

"¿Qué les parece si hacemos una competencia de cocina? Así cada una trae algo diferente y todos comparten. ¡Lo haremos una vez al mes!"

"¡Genial! Podríamos invitar a otros amigos también!" exclamó Delfina.

"Y además, así nadie se siente mal por lo que trae" agregó Mía entusiasmada.

Las tres amigas comenzaron a planear su primera Competencia de Cocina, riendo y emocionándose con la idea. Desde aquel día, cada mes se reunían para crear recetas, compartir historias y, sobre todo, aprender a comunicarse mejor.

Y así, a través de un pequeño malentendido se dieron cuenta de lo importante que era la amistad y que siempre, siempre era mejor hablar y resolver las cosas.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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