La Gran Aventura
Había una vez tres cerditos llamados Tito, Lucho y Sofía. Los tres eran hermanos, pero muy diferentes entre sí. Tito era el más mayor y siempre estaba preocupado por el trabajo. Lucho era el soñador, siempre pensando en aventuras. Y Sofía, la menor, era la más ingeniosa de todos.
Un día, su madre, preocupada por la llegada del lobo, decidió que era hora de que los cerditos construyeran sus propias casas. Así que, les dijo:
"Ustedes son grandes ahora. Es hora de que se cuiden a sí mismos. Construyan sus casas y protéjanse del lobo".
Tito, que amaba el orden, decidió construir su casa de ladrillos. Esto llevaría tiempo, pero pensó que sería más segura.
"Yo haré la mejor casa del barrio, no hay lugar para errores", dijo Tito mientras empezaba a apilar los ladrillos con cuidado.
Lucho, sin embargo, quería hacer las cosas más rápido para salir a jugar. Así que eligió construir su casa de paja,
"Voy a terminar rápido y luego podré salir a explorar. La paja es ligera y fácil de usar", exclamó dando saltitos de alegría.
Sofía, siendo sabia, decidió hacer algo diferente. Ella pensó que podía usar madera, y mientras todos trabajaban, encontró ramas y troncos que le servirían. Ella reunió material con esmero.
"Mis hermanos creen que es mejor construir rápido, pero la madera es resistente y bien combinada será segura", pensó Sofía con confianza.
Una vez que cada cerdito terminó sus casas, comenzaron a disfrutar de la vida. Sin embargo, el lobo estaba al acecho.
Una tarde, Lucho estaba jugando fuera de su casa de paja cuando el lobo apareció.
"¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar!" gritó el lobo con voz temible.
Lucho, asustado, contestó:
"¡No! ¡No! ¡No te dejaré entrar!"
Y el lobo, decidido a obtener su comida, sopló tan fuerte que la casa de paja voló por los aires.
Lucho corrió a la casa de Tito.
"¡Tito, el lobo vino!" gritó Lucho mientras entraba corriendo.
"¡Rápido! ¡Cierren la puerta!" respondió Tito mientras aseguraba la entrada.
No pasó mucho tiempo cuando el lobo llegó a la casa de ladrillos.
"¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar!" dijo el lobo, intentando sonar amable.
"¡No! ¡No! ¡No te dejaré entrar!" respondió Tito con firmeza.
El lobo, furioso, sopló y sopló, pero esta vez, los ladrillos no se movieron ni un centímetro. Entonces, el lobo, más astuto que antes, decidió ir a la casa de Sofía, quien se estaba preparando, aunque se sentía segura en su casa.
Sofía había notado que su hermano Lucho estaba muy rápido y parecía nervioso, así que estaba alerta.
Tal como sucedió antes, el lobo llegó y pidió entrar.
"¡Cerdita, cerdita! ¡Déjame entrar!" dijo el lobo, haciéndose pasar por un amigo.
"¡No! ¡No! ¡No te dejaré entrar!" respondió Sofía con valentía.
El lobo, desesperado, sopló y sopló, e incluso atropelló la puerta, pero nada funcionó. La casa de madera se mantuvo firme.
"¡Vamos a hacer algo!" dijo Sofía a su hermano y a Lucho. "No podemos quedarnos aquí, tenemos que ser más astutos que él. Ya sé, vamos a preparar una trampa!".
Con un plan en mente, los tres cerditos trabajaron juntos para construir un sistema de trampa con ramas y algunos objetos que encontraron. Mientras tanto, el lobo, frustrado por el fracaso, decidió que no se iría sin un almuerzo.
Al día siguiente, se acercó nuevamente a la casa de Sofía, muy decidido:
"¡Cerdita, cerdita! ¡Déjame entrar!"
"¡No! ¡No! ¡No!" respondieron los tres cerditos al unísono.
Tan pronto como el lobo sopló para derribar la puerta, la trampa fue activada y un montón de hojas y ramas cayó sobre él, atrapándolo momentáneamente. Los cerditos aprovechan el momento para salir y usar una cuerda que habían preparado para asegurar al lobo.
El lobo se dio cuenta de que había subestimado a los tres cerditos y recordó las enseñanzas de la abuela cerdita.
"Está bien, está bien, me he equivocado. Prometo no volver a molestarles. Estoy dispuesto a aprender de ustedes. Créanme, no solo quiero ser un lobo feroz".
Los cerditos, sorprendidos, se miraron entre ellos.
"Quizás deberíamos darle una oportunidad", dijo Tito, con curiosidad.
"Sí, podemos enseñarle a ser amable", sugirió Lucho, dispuesto a hacer un amigo.
"Y yo puedo ayudarlo a hacer su propia casa", finalizó Sofía.
Desde ese día, el lobo se unió a los cerditos en su hogar, y juntos aprendieron mucho sobre la amistad y el trabajo en equipo.
Los tres cerditos y el lobo construyeron una casa grande, donde todos vivieron felices, mostrando que hasta los más diferentes pueden hacer grandes cosas si trabajan juntos y se dan una oportunidad.
Y así, vivieron felices, recordando que lo importante no es más la apariencia, sino el corazón de cada uno.
Fin.
FIN.