La Gran Aventura de Alejandro y Julia



Era un soleado sábado por la mañana cuando Alejandro y Julia decidieron que era el momento perfecto para ir de excursión a la montaña que estaba cerca de su pueblo. Habían escuchado historias sobre un misterioso lago escondido entre los árboles y estaban determinados a encontrarlo.

"Vamos, Julia, ¡será una gran aventura!" - animó Alejandro, mientras llenaba su mochila con agua, frutas y galletas.

"Sí, pero debemos tener cuidado. No quiero perderme en el bosque" - respondió Julia con un ligero nerviosismo.

Sin embargo, el entusiasmo de Alejandro fue contagioso y, después de revisar la lista de cosas que necesitaban llevar, partieron con una gran sonrisa en el rostro.

Al llegar al bosque, los rayos de sol atravesaban las hojas, creando un hermoso juego de luces y sombras. Mientras caminaban, se llenaban de maravillas al observar cómo la naturaleza los rodeaba.

"Mirá esos pájaros, ¡qué bonitos!" - exclamó Julia.

"Sí, son loros. ¡Me encantaría tener uno como mascota!" - respondió Alejandro, mirando hacia arriba.

Después de un rato de caminata, Julia notó algo extraño en el suelo.

"¡Mirá, una huella!" - dijo Julia emocionada.

"Parece de un ciervo. ¿Crees que podremos ver uno?" - contestó Alejandro, mirando a su alrededor.

Ambos comenzaron a seguir las huellas, llenos de curiosidad, hasta que llegaron a un claro donde, de repente, se encontraron con un viejito que parecía estar buscando algo.

"Hola, jóvenes. ¿Qué hacen por aquí?" - preguntó el anciano, con una voz amable.

"Estamos buscando el lago escondido. ¿Usted lo conoce?" - dijo Alejandro.

"Claro, lo conozco. Pero ten cuidado, a veces no es fácil encontrarlo. Te puedo dar algunas pistas, si me ayudan a encontrar mi bastón primero" - dijo el viejito, señalando el lado opuesto del claro.

Sin dudarlo, los amigos aceptaron ayudar al anciano. Buscaron por todos lados, mirando debajo de las hojas y entre las piedras. Finalmente, Julia exclamó:

"¡Lo encontré!" - levantando el bastón con gran alegría.

"¡Excelente!" - dijo el anciano, sonriendo.

"Ahora, ¿podemos tener las pistas?" - preguntó Alejandro.

"Claro. Primero, sigan el camino de piedras blancas y luego escuchen el canto de los pájaros. Ellos les guiarán, pero no olviden ser pacientes y observar todo a su alrededor. La naturaleza tiene sus secretos, y el lago no es la excepción" - explicó el anciano,

Después de agradecer al anciano, los niños siguieron el camino de piedras blancas, sintiendo que cada paso los acercaba más a su destino. Pronto comenzaron a escuchar una melodía suave que resonaba entre los árboles.

"Escuchás eso, Julia?" - preguntó Alejandro.

"Sí, es hermoso. ¡Sigamos!" - respondió ella, entusiasmada.

Comenzaron a avanzar más rápido, pero luego se dieron cuenta de que estaban perdiendo el rumbo. Las piedras blancas desaparecieron y todo se veía igual.

"¿Ahora qué hacemos, Alejandro?" - preguntó Julia, un poco asustada.

"No te preocupes. Vamos a recordar lo que dijo el anciano: tenemos que ser pacientes y observar. Tal vez podamos encontrar otra pista" - respondió Alejandro.

Se sentaron junto a un árbol grande y respiraron hondo. Mientras estaba en silencio, Julia notó una gran cantidad de mariposas que volaban alrededor de un grupo de flores.

"Mirá, Alejandro, ¡tal vez las mariposas nos están guiando!" - sugirió Julia.

"¿Por qué no? Sigamos a las mariposas. Puede que nos lleven al lago" - dijo Alejandro entusiasmado.

Con confianza, ambos comenzaron a seguir a las mariposas, que danzaban en el aire. Después de varios minutos corriendo y saltando, de repente, se detuvieron en un claro impresionante.

"¡Es el lago!" - gritaron al unísono.

El lago relucía con un hermoso color azul, rodeado de árboles que se reflejaban en sus aguas tranquilas. En ese momento, se dieron cuenta de que todo su arduo trabajo había dado frutos.

"Lo logramos, Julia. ¡Es hermoso!" - exclamó Alejandro mientras miraba el panorama.

"¡Sí! Y todo gracias a nuestra paciencia y al anciano que nos ayudó" - respondió Julia, sonriendo.

Decidieron descansar al borde del lago, disfrutando de unas galletas y del paisaje. Mientras estaban allí, comprendieron que la aventura no solo era llegar a un destino, sino también el camino que recorrieron y las cosas que aprendieron. Al final del día, volvieron a casa cansados pero felices, sabiendo que la próxima aventura estaba aún por venir.

FIN.

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