La Gran Aventura de Amalia y Agustín
Era un hermoso día soleado cuando Amalia y Agustín, dos mejores amigos, decidieron que era el momento perfecto para hacer un viaje de aventura a la montaña. Habían escuchado historias sobre un bosque mágico lleno de criaturas increíbles y querían verlo con sus propios ojos.
"¿Estás listo para la aventura, Agustín?" - preguntó Amalia emocionada, mientras llenaba su mochila con galletitas, una botella de agua y una linterna.
"¡Listísimo! No puedo esperar a ver ese bosque mágico" - contestó Agustín, ajustándose su gorra.
Al llegar a la montaña, se maravillaron con la belleza del paisaje. Los árboles eran altos y frondosos, y los rayos del sol brillaban entre las hojas. Sin embargo, mientras caminaban por el sendero, empezaron a escuchar un extraño sonido.
"¿Escuchás eso?" - dijo Agustín, deteniéndose.
"Sí... parece un lamento. Sobre qué será." - respondió Amalia, intrigada.
Con valentía, decidieron investigar. Al seguir el sonido, llegaron a un claro donde encontraron a un pequeño zorro atrapado entre ramas.
"¡Pobrecito!" - exclamó Amalia. "¡Debemos ayudarlo!"
"Pero, ¿cómo lo hacemos?" - preguntó Agustín, mirando alrededor.
Amalia recordó que siempre había visto a su abuelo liberar a los animales de las trampas. Juntos, se acercaron con cuidado y comenzaron a despejar las ramas.
"¡Listo! ¡Ya casi lo tenemos!" - dijo Agustín, mientras empujaba una rama más.
"¡Vamos, amigo! ¡Deslízate hacia afuera!" - alentó Amalia.
El zorro, al sentirse libre, salió corriendo y miró a los chicos como si estuviera agradecido. De repente, el zorro se detuvo y, asombrados, vieron cómo se transformaba en una criatura mágica: un hermoso ser de luz llena de colores brillantes.
"Gracias por ayudarme, valientes amigos" - dijo la criatura con una voz melodiosa. "Como recompensa, les concederé un deseo."
Amalia y Agustín se miraron asombrados. Tenían que pensar en su deseo cuidadosamente.
"Quiero que la montaña esté siempre llena de criaturas mágicas para que otros puedan disfrutarla" - dijo Agustín.
"Y yo deseo que todos los animales sean felices y tengan un hogar" - agregó Amalia.
La criatura sonrió y, agitando su mano, hizo que un brillo envolviera la montaña.
"Sus deseos serán cumplidos. A partir de hoy, todos los que vengan a esta montaña encontrarán alegría y amistad. Recuerden siempre la importancia de ayudar a los demás" - dijo antes de desaparecer en un destello de luces.
Amalia y Agustín se miraron y decidieron que, aunque la aventura había sido mágica, la verdadera lección era ayudar a quien lo necesitara, sin importar la situación. Con esa idea en el corazón, regresaron a casa, siempre recordando el día que cambiaron la montaña para siempre y se convirtieron en los guardianes del bosque mágico.
Y así, aprendieron que la amistad y la bondad son las verdaderas aventuras en la vida. Desde ese día, siempre buscaban la oportunidad de ayudar a los demás y compartir momentos mágicos juntos.
FIN.