La gran aventura de Aracne
En un rincón del bosque mágico, vivía Aracne, una pequeña araña con grandes sueños. Un día, decidió que quería viajar a la ciudad de las flores, un lugar donde los insectos bailaban al ritmo de la música y el aire olía a dulces de todos los colores. Con su mochila hecha de hilos de seda, se despidió de sus amigas las luciérnagas, que iluminaban el camino en las noches estrelladas.
"¡Buena suerte, Aracne!" - gritaron las luciérnagas, brillando con fuerza.
"¡Gracias, amigas! ¡Voy a necesitarlo!" - respondió Aracne emocionada mientras iniciaba su travesía.
Al principio, el viaje fue maravilloso. Aracne disfrutó de la suave brisa, el canto de los pájaros y las estrellas que empezaban a brillar al caer la noche. Pero pronto, se topó con su primer obstáculo: una liebre gigante que estaba comiendo zanahorias en medio del camino.
"¡Oh no!" - pensó Aracne, temblando de miedo.
"¿Qué haces por aquí, pequeña arañita?" - preguntó la liebre, alzando la mirada.
"Voy a la ciudad de las flores, pero, por favor, no me comas" - suplicó Aracne. La liebre, con una risa suave, le respondió:
"No tengo intención de comerme a un ser tan pequeño. Sin embargo, hay un puente en el camino que está roto. Si lo cruzas, podrás continuar tu viaje. Pero ten cuidado con el loro que lo guarda. A veces le gusta bromear con los viajeros."
A pesar de su miedo, Aracne se sintió aliviada al saber que la liebre no era su enemiga y decidió seguir su camino. Al llegar al puente, efectivamente, vio al loro, que hacía piruetas en el aire.
"¡Hola! Soy el loro que cuida este puente. ¿Cómo te llamas?" - preguntó el loro, riendo.
"Hola, soy Aracne. Necesito cruzar este puente para llegar a la ciudad de las flores" - respondió Aracne, un poco nerviosa.
"Entonces tendrás que demostrarme que eres valiente. ¡Atrévete a enfrentar mi reto de adivinanzas!" - el loro voló en círculos emocionado.
Aracne se sintió diminuta frente al loro, pero se armó de valor.
"¡Está bien! Estoy lista para tus adivinanzas... aunque soy solo una pequeña arañita" - dijo, intentando no parecer asustada.
"¿Qué vuela sin alas y puede iluminar la noche?" - inquirió el loro con una sonrisa traviesa.
Aracne pensó por un momento.
"¡Las luciérnagas!" - respondió con firmeza.
"Correcto, me has sorprendido. Ahora, la siguiente: ¿Qué animal tiene patas pero no puede saltar?" - continuó el loro.
"¡Un elefante!" - dijo Aracne con entusiasmo.
"¡Bien hecho! Pero solo puedes cruzar si resuelves una última adivinanza. ¿Qué es grande, vuela y puede cazar a cualquier pregunte?".
"¡Un halcón!" - gritó Aracne, con una emoción contagiosa.
El loro aplaudió con alegría.
"¡Vaya! Eres increíble, pequeña. ¡Puedes cruzar!" - dijo, dejándola pasar.
"¡Gracias!" - exclamó Aracne, sintiéndose más valiente.
Al cruzar el puente, Aracne se encontró con un halcón que la observaba desde un árbol alto.
"Hola, pequeña araña. He visto tu valentía al cruzar el puente. Pero ahora tendrás que demostrar tu ingenio. Si puedes resolverme una adivinanza, te dejaré continuar."
Aracne ya se había sentido valiente antes, así que asintió con determinación.
"¡Adelante, dame tu mejor adivinanza!" - dijo.
"Soy algo que no puedes ver, pero estoy siempre contigo. Soy la razón de tus miedos. ¿Quién soy?" - preguntó el halcón, con voz profunda.
Aracne pensó demasiado tiempo, a punto de rendirse cuando de repente lo comprendió.
"¡Eres el miedo mismo! ¡No existe, solo lo creamos!" - gritó, sintiéndose muy orgullosa.
El halcón, sorprendido, respondió:
"¡Impresionante! Has aprendido a no dejarte atemorizar por tus miedos. Puedes continuar, pequeña araña. La ciudad de las flores está cerca."
Aracne, sintiéndose más fuerte y valiente que nunca, continuó su camino con una gran sonrisa.
Finalmente, llegó a la ciudad de las flores, donde todos los insectos la esperaban para celebrarla con danzas y música.
"¡Aracne! ¡La valiente arañita!" - vitorearon amigos nuevos y antiguos.
"¡Gracias a todos! He aprendido que enfrentar mis miedos es para volar más alto. Y que el ingenio y la valentía son mis mejores aliados" - compartió Aracne.
Bailó toda la noche bajo un hermoso cielo estrellado, rodeada de luciérnagas que iluminaban su nuevo hogar. Y así, la pequeña araña demostró que, aunque se enfrente a seres grandes y aterradores, siempre puede encontrar la fortaleza dentro de ella.
Y desde ese día, Aracne se convirtió en una heroína en la ciudad de las flores, recordando a todos que resolver miedos y retos en la vida puede ser una gran aventura, con la amistad de sus nuevos amigos.
Y colorín colorado, ¡esta aventura ha terminado!
FIN.