La gran aventura de Ariadna en Disneyland



Era un día nublado y triste en la casa de Ariadna. Se sentía un poco desanimada porque no había podido salir a jugar con sus amigos. Mientras se preguntaba qué hacer sola en su habitación, de repente la puerta se abrió y entró su mamá con una gran sonrisa en su rostro.

"Ariadna, tengo una sorpresa para vos", dijo su madre emocionada mientras sacaba una entrada de Disneyland de su bolso.

Ariadna no podía creer lo que veía. Sus ojos se iluminaron y, sin poder contenerse, comenzó a saltar de alegría.

"¡No puede ser! ¡VAMOS A DISNEYLAND!", gritó.

"Así es, querida. Nos vamos con Agustín y sus hijos, y también vienen tus amigos".

Ariadna se sintió más feliz que nunca. Ya imaginaba las montañas rusas, los personajes de Disney y todas las aventuras que les aguardaban. Preparándose para la gran aventura, Ariadna y su mamá organizaron las valijas y se aseguraron de llevar todo lo necesario.

Cuando llegaron el día del viaje, estaban todos en la puerta de la casa: su mamá, Agustín, sus dos hijitos, y sus amigos Sofía y Mateo.

"¡Estamos listos!", exclamó Sofía.

"¡Que comience la aventura!", añadió Mateo mientras todos subían al auto.

El viaje fue emocionante. Cantaron canciones, contaron chistes y comieron golosinas. Pero, de repente, el auto empezó a hacer un ruidito raro y Agustín tuvo que parar en el camino.

"Ufff, parece que tenemos un problemita con el auto", dijo Agustín preocupado.

Ariadna, aunque un poco inquieta, decidió ver el lado positivo:

"¡Esto podría ser una aventura más!" Sugirió con una sonrisa.

Y así fue. Mientras Agustín revisaba el motor, Ariadna y sus amigos se pusieron a explorar el campo que había a su alrededor. Vieron mariposas volando, un arroyo con peces saltando y hasta un árbol gigante.

"Mirá ese árbol, ¡parece que tiene mil años!", comentó Sofía.

"¿Y si hacemos una competencia de escalar?", propuso Mateo.

De repente, el día nublado se convirtió en un momento de pura diversión. Ariadna se olvidó de su tristeza y se sintió más viva que nunca. Después de un rato, Agustín logró arreglar el auto y todos volvieron a subir, con muchas historias para contar.

Al llegar a Disneyland, el parque estaba lleno de colores y música. Cada paso que daban los llenaba de emoción.

"¡Mirá, el castillo de Cenicienta!", gritó Ariadna, corriendo hacia allí.

"No olvidemos las fotos con los personajes", dijo su mamá, mientras sacaba la cámara.

Fue un día lleno de magia. Montaron en todas las atracciones, conocieron a sus personajes favoritos y se sacaron montones de fotos. Pero en medio de toda la diversión, Ariadna se dio cuenta de que lo más importante no era solo estar en Disneyland, sino pasar tiempo con su familia y amigos.

Al final del día, cuando se sentaron a mirar el atardecer, Ariadna reflexionó:

"Estoy tan feliz de haber venido, pero lo mejor de todo es haberlo compartido con ustedes".

"¡Sí! Cada momento es especial cuando estamos juntos", respondió su mamá, abrazándola.

Y así, Ariadna comprendió que la felicidad no solo reside en los lugares mágicos, sino en las personas que amamos y en los momentos que compartimos con ellos. Esa fue la lección más grande de su aventura en Disneyland: la verdadera magia está en el amor y la amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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