La Gran Aventura de Carlitos la Cucaracha



Había una vez en un pequeño departamento de Buenos Aires, una cucaracha llamada Carlitos. Carlitos era una cucaracha muy curiosa y soñadora. A diferencia de sus amigos, a él no le gustaba esconderse en los rincones oscuros. Su gran deseo era salir al mundo y encontrar la mejor comida que pudiera imaginar.

Un día, mientras sus amigos se acomodaban en la oscuridad de la alacena, Carlitos decidió que era momento de aventurarse. "¡Hoy voy a buscar algo delicioso!"- se dijo a sí mismo y, sin más, salió al pasillo.

Mientras caminaba, se encontró con su amiga, la mosca Lila. "¿A dónde vas, Carlitos?"- preguntó Lila, con un brillo travieso en sus ojos. "Voy a encontrar la comida más rica de todas. ¡Te invito a que vengas conmigo!"- respondió Carlitos con una sonrisa.

Lila, emocionada por la aventura, aceptó. Juntos, volaron y caminaron hasta la cocina. "Por ahí, ¡seguro encontramos algo sabroso!"- dijo Lila, señalando hacia el suelo donde había unas migajas brillantes.

Al acercarse, Carlitos vio que las migajas eran solo restos de pan viejo. "No es lo que imaginaba, pero ¡es un buen comienzo!"- comentó. Estuvieron a punto de comerlas cuando un gato enorme apareció, haciendo que ambos se estremecieran. "¡Rápido! ¡Escondámonos!"- gritó Carlitos.

Los dos se refugiaron detrás de un frasco de mermelada. El gato olfateaba cerca, pero pronto se aburrió y se fue. "¡Qué susto! Pero, ¿sabes? Creo que esto es solo el comienzo de nuestra aventura"- dijo Lila.

Después de un rato, los amigos decidieron salir de la cocina y continuar su búsqueda. "Tal vez deberíamos ir a la verdulería de la esquina. Allí suelen haber frutas frescas"- sugirió Carlitos.

Al llegar, se encontraron con una gran caja de manzanas. "¡Mirá estas manzanas!"- exclamó Lila, maravillada. Pero antes de que pudieran acercarse, un pequeño perro guardián comenzó a ladrar. "¡Ay no, ahora tenemos otro problema!"- gritó Carlitos.

Corrieron lo más rápido que pudieron. "Deberíamos pensar en un plan mejor. Este lugar está lleno de peligros, ¡pero también de comida!"- dijo Carlitos, tratando de calmar a su amiga. Lila pensó por un momento y propuso: "Podríamos trabajar juntos para distraer al perro. Si él está ocupado, podremos comer."

Carlitos sonrió al escuchar la idea de su amiga. "¡Genial! Tú lo distraes volando alto mientras yo me acerco a la caja de manzanas"-. Así lo hicieron. Lila comenzó a volar en círculos alrededor del perro, mientras Carlitos se deslizaba silenciosamente hacia las manzanas.

Cuando llegó, se dio cuenta de que no solo había manzanas, sino también un pedazo de queso muy aromático. "¡Mirá, Lila! Aquí hay más que suficiente para nosotros"- dijo Carlitos con una gran sonrisa.

Ambos comenzaron a comer y disfrutaron de su merecida recompensa. "Esto sí que es lo más rico que he probado"-, comentó Lila, llena de alegría.

Pero de repente, escucharon un ruido detrás de ellos. Era el dueño del perro que estaba buscando a su mascota. "¡No puede ser!"- exclamó Carlitos. "¡Debemos irnos ya!"-.

Corrieron, dejando el delicioso festín atrás. Una vez a salvo, se detuvieron a descansar. "A veces la aventura puede ser más emocionante que la comida, ¿no?"- dijo Lila. "Sí, pero creo que deberíamos conseguir una forma de disfrutar ambas cosas sin tanto peligro"- agregó Carlitos pensativo.

Decidieron que sería mejor iniciar un pequeño negocio vendiendo comida saludable y deliciosa para insectos, que podrían recoger de forma segura y ofrecer a otros. Así, no solo podrían comer sin riesgo, sino que también ayudarían a otros insectos a tener acceso a comida.

Al poco tiempo, Carlitos y Lila tenían su pequeño negocio. Cada día recolectaban las sobras de comidas ricas y organizaban pequeños banquetes en parques para todos sus amigos insectos. "¡Mirá cuántos vienen!"- dijo Lila emocionada. "Nunca imaginé que seríamos tan populares"- agregó Carlitos con orgullo.

Y así fue como, a partir de un deseo de comida, Carlitos y Lila transformaron su aventura inicial en una linda historia donde ayudaban a otros, aprendieron sobre trabajo en equipo y, sobre todo, descubrieron que la verdadera alegría está en compartir.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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