La Gran Aventura de Clara la Cigüeña
Érase una vez una joven pero valiente cigüeña llamada Clara que, pese a su juventud, se aventuró a emprender un largo viaje para cumplir con su primera tarea: llevar a una preciosa niña a los brazos de su mamá. Clara había estado soñando con este día desde que nació y se había preparado con mucha anticipación.
Una mañana radiante, Clara despertó temprano. El sol brillaba en el cielo azul y el aire estaba lleno de emoción.
"¡Hoy es el día!" - exclamó Clara, mientras miraba su mapa y organizaba cuidadosamente la pequeña mochila con pañales, biberones y una manta cálida para la niña.
Empezó a volar, sintiendo el viento en sus plumas. Su primer destino era el Bosque de los Susurros, donde debía hacer una parada para descansar. A medida que volaba, se encontró con un viejo búho llamado Don Sabiondo.
"¿Adónde vas, joven cigüeña?" - le preguntó el búho con su voz profunda.
"Voy a llevar a una niña a su mamá, ¡es mi primera tarea!" - respondió Clara emocionada.
"Ten cuidado, hay tormentas en el camino. A veces se siente un rayo de miedo, pero tú eres más valiente de lo que imaginas" - advirtió Don Sabiondo.
Clara sonrió y, tras tomarse un pequeño descanso con Don Sabiondo, volvió a volar. Pero, en el horizonte, vio nubes grises formándose rápidamente.
"Esto no se ve bien..." - murmuró Clara, sintiendo un escalofrío de preocupación.
Poco después, la tormenta estalló. El viento soplaba ferozmente y los relámpagos iluminaban el cielo. Clara luchaba por mantener el rumbo.
"¡No te rindas!" - se repetía a sí misma.
"¡Debo llegar a la mamá de la niña!"
Justo cuando parecía que la tormenta la despegaría del camino, recordó las palabras de Don Sabiondo y decidió buscar refugio. Avistó un bosque más allá de las nubes tormentosas y, con todas sus fuerzas, voló hacia allí.
Una vez que llegó, se encontró con un grupo de animales asustados bajo un gran roble. Había un cervatillo, una liebre y un pequeño zorro.
"¿Qué les pasa?" - preguntó Clara.
"La tormenta nos asusta, no sabemos cómo volver a casa" - respondió el cervatillo.
Clara, aunque estaba preocupada por su misma misión, decidió ayudar a los animales.
"¡No se preocupen!" - dijo Clara con determinación. "Podemos volar juntos hacia el claro donde el viento es más suave. ¡Con un poco de trabajo en equipo, lograremos volver a casa!"
Los animales miraron a Clara con admiración.
"¿En serio puedes ayudarnos?" - preguntó la liebre.
"Sí, juntos somos más fuertes," - aseguró Clara.
Así, Clara organizó a los animales, encontrando ramas y hojas que podían usar para crear refugios y caminos que los ayudarían a volver a sus hogares. Trabajaron juntos mientras la tormenta amainaba.
Finalmente, cuando se sintieron lo suficientemente seguros, Clara llevó a cada uno de ellos a sus respectivos hogares mientras los demás los seguían.
"¡Gracias, Clara!" - dijo el zorro, con una gran sonrisa. "Eres muy valiente y generosa."
Con todos los animales seguros, Clara se despidió y volvió a su misión.
"Ahora sí, a seguir hacia la niña," - se dijo emocionada y, esta vez, con el corazón lleno de energía.
Después de la tormenta, el cielo se despejó y volvió a retomar su vuelo. Ya no llevaba miedo en el corazón, sino valor y determinación. Finalmente, avistó la casita de la mamá de la niña al final del día.
Clara aterrizó con suavidad, entregando a la pequeña en brazos de su feliz madre.
"¡Gracias, gracias, valiente cigüeña!" - dijo la madre, con lágrimas de alegría
"He esperado tanto por ella, y tú lo hiciste posible".
Clara sonrió, sabiendo que había aprendido algo importante en su corta aventura: el valor no solo se mide por la ausencia de miedo, sino también por la disposición de ayudar a los demás.
Y así, la joven cigüeña regresó a su hogar, llena de historias y experiencias que contar, lista para sus próximas grandes aventuras.
FIN.