La Gran Aventura de Compartir



Había una vez, en un frondoso bosque, una pequeña osita llamada Compartir. Compartir era conocida en todo el bosque por su amor a la amistad y por siempre querer ayudar a los demás. Un día, mientras exploraba en busca de frutas jugosas, encontró un montón de moras brillantes.

- ¡Miren qué ricas moras encontré! - gritó emocionada, levantando las moras en el aire.

En ese instante, apareció un oso grande y animal llamado Bruno, que siempre tenía hambre.

- ¡Hola, Compartir! - dijo Bruno, su mirada fija en las moras - ¿Podés compartir un poco de esas moras conmigo?

- ¡Por supuesto, Bruno! - respondió Compartir, sonriendo - Te invito a que vengas a probarlas.

A pocos metros, también salía de su escondite un pequeño conejo llamado Tito, que estaba muy curioso por lo que estaba sucediendo.

- ¡Hola! ¿Puedo unirme a ustedes? - preguntó Tito, con sus grandes orejas moviéndose de un lado a otro.

- Claro que sí, ¡cuantos más, mejor! - exclamó Compartir.

Así, la osita, el oso y el conejo se sentaron juntos y comenzaron a disfrutar de las moras, riendo y contando historias de sus aventuras.:

Pero mientras comían, se desató una sorpresa. De pronto, un viento fuerte sopló y las moras volaron por el aire.

- ¡Oh no! - gritó Compartir, viendo cómo las moras se perdían. - ¡Mis moras!

Bruno, con gran valentía, decidió ir tras ellas.

- ¡Voy a atraparlas! - dijo, corriendo tras las moras.

Tito se preocupó.

- No quiero que vayas solo, Bruno. ¡Yo también voy! - y los dos animales se lanzaron en busca de las moras voladoras.

Compatir, aunque está triste, decidió seguirlos para asegurarse de que estuvieran bien. Tras un pequeño rato corriendo, encontraron un lugar donde las moras habían caído, pero también vieron algo sorprendente: un río caudaloso entre ellos y las moras.

- ¡No puedo cruzar! - dijo Bruno, dudando.

- ¡Nos tenemos que ayudar! - dijo Compartir, enfocándose en la situación, entendiendo que tenían que trabajar juntos. - Tito, ¿podés hacer algo para ayudarnos a cruzar?

Tito pensó por un momento y recordó que siempre había recogido palitos en sus travesías.

- ¡Puedo hacer una balsa con los palitos! - exclamó alegre.

Y así, Tito se puso a trabajar rápidamente mientras Compartir y Bruno le ayudaban a recolectar más palitos. Con esfuerzo y cooperación, pronto tuvieron una pequeña balsa lista para cruzar el río.

- ¡Espera, chicos! - dijo Bruno, mirando hacia el agua. - No debemos olvidarnos de que somos un equipo. Vamos todos juntos.

Los tres amigos se subieron a la balsa, y con mucho cuidado comenzaron a cruzar el río. Cuando llegaron al otro lado, todos gritaron de alegría y corrían hacia las moras que habían caído.

- ¡Lo logramos! - gritaron al unísono, mientras recogían las moras.

- Comparto mis moras con ustedes - dijo Compartir, entregando un poco a Bruno y a Tito.

- ¡Y yo compartiré mi historia de braveza con todos los demás animales! - añadió Bruno.

- ¡Y yo las mejores recetas de moras! - dijo Tito entusiasmadísimo.

Desde aquel día, los tres amigos entendieron el verdadero valor de compartir y de trabajar juntos. Comprendieron que no solo se trataba de compartir objetos, sino también de compartir momentos, esfuerzos y alegrías. Y así, sus lazos de amistad se hicieron aún más fuertes.

Cuando regresaron al bosque, decidieron contarles a todos sus amigos la gran aventura que habían vivido y cómo, trabajando juntos, pudieron superar cualquier obstáculo que les presentara la vida.

- Recuerden, siempre hay fuerza en la unión - dijo Compartir.

Desde entonces, Compartir, Bruno y Tito se hicieron inseparables y siempre, siempre compartieron. Tanto en las risas como en las aventuras, el verdadero tesoro era su amistad.

FIN.

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