La Gran Aventura de Dieguito en el Parque
Era un hermoso día soleado cuando Dieguito y su madre decidieron pasar la tarde en el parque de juegos. El cielo estaba despejado, y una suave brisa hacía volar las cometas que otros niños ya habían llevado al parque. Dieguito, emocionado, saltaba de un pie al otro.
"¡Mamá! ¡Mirá! ¡Quiero jugar en el tobogán primero!" dijo Dieguito, señalando hacia el colorido tobogán rojo que se alzaba brillante al sol.
"¡Vamos, campeón!" respondió su madre, sonriendo. "Pero primero, recordá que hay que hacer fila. ¿Te acordás?"
Dieguito asintió y corrió hacia la fila. Cuando llegó su turno, subió los escalones con gran destreza. "¡Voy!" gritó, deslizando por el tobogán con una gran sonrisa. Al llegar al fondo, sus ojos brillaban de alegría.
Mientras esperaba a su mamá, Dieguito notó algo peculiar: un grupo de niños parecía estar discutiendo cerca de la casita de juegos.
"¿Qué pasa?" preguntó curioso al acercarse.
"No quieren dejarme jugar porque soy más chico" respondió Sofía, una nena con una coleta rubia.
Dieguito se sintió triste al escuchar eso. Inmediatamente, pensó en cómo podría ayudar.
"Oigan, ¿por qué no hacemos un juego todos juntos?" propuso Dieguito. "Podemos hacer una carrera de relevos. Todos podemos participar y así nadie se queda afuera!"
Los niños se miraron dudosos, pero luego asintieron, intrigados por la idea. Dieguito se convirtió en el líder y pronto todos estaban organizados y listos para la carrera.
"Primero corremos hasta aquel árbol, y luego tenemos que regresar aquí. El último no es un amigo, ¡ja!" bromeó Dieguito, haciendo reír a todos.
Cuando la carrera comenzó, todos corrieron de la mano, gritando y riendo. Sofía, que al principio estaba triste, ahora corría con una gran sonrisa en su rostro. Al llegar al árbol, Dieguito notó que uno de los más grandes, Tomás, había tropieza y se había caído.
"¡Tomás!" gritó. "¡Vamos, vos podés!"
Tomás, sintiéndose un poco avergonzado, se levantó lentamente, pero Dieguito fue correr hacia él.
"No te preocupes. A veces todos caemos. Lo importante es levantarse y seguir jugando. ¡Vení, corramos juntos de nuevo!"
Tomás sonrió y se unió a Dieguito. Al final, todos cruzaron la meta al mismo tiempo y comenzaron a reírse mientras se caían al césped, exhaustos pero felices.
"¡Lo hicimos! ¡Todos juntos!" exclamó Sofía.
"¡Sí!" dijo Dieguito. "Fue mucho más divertido cuando todos jugamos. ¿Vieron? No importa si somos grandes o chicos, ¡todos podemos divertirnos juntos!"
Su madre, que los había estado observando desde lejos, se acercó orgullosa.
"¡Eso es! Dieguito, hiciste un gran trabajo uniendo a todos. Siempre es bueno ayudar y ser inclusivo con los demás. ¿Quieren un helado de recompensa?"
Los niños gritaron de alegría, y Dieguito se sintió como un verdadero héroe.
Mientras disfrutaban de sus helados, Dieguito pensó en lo que habían aprendido ese día: la importancia de la amistad, la inclusión y el valor de levantarse después de caer.
Así, en aquel día soleado en el parque, Dieguito, su madre y sus nuevos amigos no solo jugaron, sino que también descubrieron lo lindo que es compartir y divertirse juntos, aprendiendo que, aunque sean diferentes, todos tienen un lugar en el juego.
FIN.