La Gran Aventura de Flora y Fauna en Misiones



En la exuberante selva de Misiones, donde el canto de los pájaros alegras a los árboles verdes, vivían dos mejores amigos: Flora, una curiosa florecita, y Fauna, una ratita audaz. Flora siempre soñaba con conocer los secretos de la selva, mientras que Fauna adoraba explotar la aventura.

Una mañana soleada, Flora decidió que era el día perfecto para explorar.

"¡Fauna, hoy es un gran día! ¿Vamos a descubrir algún nuevo rincón de la selva?" - dijo Flora, moviendo sus hojas con emoción.

"¡Sí! ¡Vamos! Quiero encontrar el río escondido que me contaron los pájaros!" - respondió Fauna con su voz chispeante.

Mientras recorrían el camino, Flora y Fauna encontraron una gran diversidad de plantas, flores y animales.

"Mirá, Flora, ¡un tucán!" - exclamó Fauna, apuntando hacia un enorme pájaro de colores vibrantes que estaba posado en una rama.

"¡Es precioso!" - contestó Flora.

Continuaron su camino cuando, de repente, escucharon un extraño ruido.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Flora, temiendo lo peor.

"Sí, parece que viene del otro lado de los arbustos. Vamos a ver, ¡tal vez sea otro amigo!" - dijo Fauna, siempre dispuesta a la aventura.

Sigilosamente, se acercaron y, al asomarse, vieron a un grupo de hojas moviéndose. Pero cuando Flora y Fauna se acercaron más, se dieron cuenta de que eran unas ramas que cubrían un pequeño animal atrapado.

"¡Hay que ayudarlo!" - gritó Flora.

"Sí, pero debemos hacerlo con cuidado, no sabemos qué es" - advirtió Fauna.

Con cuidado y astucia, empezaron a mover las ramas y de pronto apareció un pequeño mono que se había quedado atrapado.

"¡Gracias, amigos!" - dijo el mono con voz temblorosa, "Estaba buscando bananas y no me di cuenta cuando caí aquí".

"¡No te preocupes! Lo importante es que ahora estás a salvo" - respondió Flora, sintiéndose orgullosa de su buena acción.

El mono, feliz por su libertad, invitó a Flora y a Fauna a explorar una parte desconocida de la selva.

"Sigamos, tengo un secreto que descubrir", dijo el mono con una sonrisa traviesa.

Intrigados, Flora y Fauna lo siguieron. Después de aunar esfuerzo, llegaron a un claro donde había un mágico árbol de mango lleno de frutas doradas.

"¡Wow! Nunca había visto algo así" - exclamó Fauna, con los ojos brillando.

"Este árbol es especial. Cada año, se llena de los mangos más dulces, y se dice que el que comparte sus flores, nunca se queda sin amigos" - explicó el mono mientras recogía una fruta.

Flora pensó en lo hermoso que era compartir momentos y decidió hacer lo mismo.

"¡Fauna, quiero que compartamos estos mangos con nuestros amigos!" - propuso Flora.

"¡Gran idea!" - se entusiasmó Fauna.

Juntos, comenzaron a juntar los mangos y, mientras lo hacían, fueron invitando a todos los animales de la selva. Pronto, el claro se llenó de risas, charlas, y sobre todo, de un agradable aroma a mango.

"Gracias, Flora y Fauna. Qué gran día" - dijo el tucán, mientras picoteaba un mango.

Esa tarde, bajo el fritz de los atardeceres, Flora y Fauna se dieron cuenta que las aventuras eran más emocionantes cuando se compartían con todos.

"Hoy aprendí que ayudar y compartir es lo mejor que podemos hacer" - manifestó Flora, sonriendo.

"¡Y que las verdaderas aventuras se van dando cuando uno abre su corazón a los demás!" - concluyó Fauna, mientras se abrazaban con su nuevo amigo el mono.

Así, Flora y Fauna, en su pequeña selva de Misiones, aprendieron que la amistad y la generosidad son las grandes aventuras que nunca se deben dejar de vivir.

FIN.

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