La Gran Aventura de Fútbol en la Escuela
Era un día soleado en la escuela de Villa Esperanza. Los chicos de sexto grado estaban emocionados porque era viernes y después del almuerzo tenían una clase de educación física. "¡Vamos a jugar al fútbol!", gritó Luca, un niño alto con una gran sonrisa.
"¡Sí! ¡Afuera!", respondieron todos al unísono. Con los pantalones cortos y las camisetas coloridas, salieron corriendo al patio. El aroma del pasto cortado llenaba el aire mientras se agruparon en dos equipos: los —"Leones" contra los —"Tigres" .
El grupo de los Leones estaba formado por Luca, Sofía y Mati. Por otro lado, los Tigres tenían a Juan, Ana y Simón. El árbitro, el profesor Gómez, se posicionó a un lado del campo y, con un silbato, dio inicio al partido.
"¡A jugar!", dijo el profesor y comenzó el juego. La pelota volaba de un lado al otro y todos estaban muy concentrados. "¡Pásamela, Sofía!", gritó Luca al mismo tiempo que ella le enviaba el balón con gran precisión.
"¡Gol!", exclamaron todos los Leones al ver la pelota dentro de la red. Sofía sonreía mientras saltaba de alegría. "¡Sigue así, equipo!", le dijo Mati.
Pero, a mitad del partido, algo inusual sucedió. Una de las ventanas del aula se abrió de golpe y voló un cuaderno hacia el campo. "¡Mirá!", señaló Juan. "Ese es el cuaderno de la señorita Rodríguez".
"¡Oh no!", dijo Ana preocupada. "Si lo perdemos, no tendremos las tareas para el lunes". Todos miraron ese cuaderno que se movía por el viento y decidieron juntarlo. "¡Vamos! Es nuestra oportunidad de recuperar el cuaderno y seguir jugando!", dijo Simón con entusiasmo.
Y así, dejaron el partido por un momento y comenzaron a correr tras el cuaderno, que se movía velozmente. "¿Quién lo alcanza primero?" preguntó Luca mientras todos se esforzaban. Pero el cuaderno parecía tener vida propia, subiendo y bajando por el parque.
"¡Esta es una locura!", rió Sofía mientras trataba de seguirle el ritmo. Finalmente, el cuaderno terminó atorado entre dos arbustos. Todos se agruparon y Mati, el más pequeño, se agachó para sacarlo.
"¡Lo conseguimos!", celebró Juan al ver que Mati lo sostenía. Pero al abrirlo, se dieron cuenta de que había más que solo tareas. "¡Miren!", exclamó Ana. Las páginas estaban llenas de dibujos y relatos de la señorita Rodríguez sobre su infancia y cómo le encantaba jugar fútbol cuando era chica.
"¡Esto es increíble!", dijo Sofía. "Aunque ya tenemos las tareas, esto se siente como un tesoro". Todos asintieron, emocionados por el descubrimiento. "¿Por qué no le devolvemos el cuaderno y le contamos sobre lo que encontramos?", sugirió Simón.
Decididos a hacerlo, regresaron al aula y tocaron la puerta. Cuando la señorita Rodríguez abrió, sus ojos brillaron. "¡Chicos! ¿Qué sucede?"
"Señorita, encontramos su cuaderno que se voló. Pero además, leímos algunas cosas geniales sobre su infancia. ¿Le gustaría contarnos más?" propuso Luca.
La maestra sonrió y los invitó a pasar. Cuando todos estuvieron sentados, les contó historias sobre sus días de fútbol en la escuela y cómo los valores como el trabajo en equipo y la perseverancia siempre eran importantes.
"A veces, la vida nos lleva por caminos inesperados, pero lo importante es que nos apoyemos mutuamente, ya sea en el campo de fútbol o en la vida", les dijo con ternura.
Al final de la clase, decidieron hacer un pequeño torneo de fútbol entre todos los grados. "¡Sí! Con todos los amigos, será divertido!", gritaron juntos. Y así, todos se unieron para organizar el evento, preparando carteles y armando equipos.
Desde aquel día, no solo jugaban al fútbol, sino que también habían dejado huella en la escuela al demostrar cómo el trabajo en equipo les ayudó a superar un obstáculo. Porque a veces, el verdadero gol se hace en el corazón y en la amistad que construyes.
Y así, cada vez que se jugaba un partido, todos recordaban cómo una simple aventura con un cuaderno volador llevó a una gran lección sobre la unidad.
FIN.