La Gran Aventura de Halloween de Ana y Simón



Era una noche mágica de Halloween. Las luces de las calabazas brillaban con un resplandor anaranjado y la luna asomaba entre las nubes, mientras Ana, de 5 años, y Simón, de 6, se preparaban para salir a recorrer el vecindario en busca de dulces.

"¡Vamos, Simón! ¡Ya es hora de salir!", grita Ana emocionada, con su disfraz de brujita que hacía alarde de un sombrero puntiagudo y una varita mágica.

"¡Sí! Pero no olvidemos el mapa que hicimos para encontrar las casas que dan más golosinas", responde Simón, con su disfraz de pirata, que incluía un parche en el ojo y una espada de juguete.

Al salir de la casa, se encontraron con su vecina, la señora Rosa, que estaba decorando su porch con telarañas de mentira y murciélagos de papel.

"¡Hola, niños! ¿Listos para un Halloween espeluznante?", les pregunta.

"¡Sí! ¡Queremos muchos caramelos!", contestan al unísono.

"Recuerden, siempre es bueno ser amables y decir 'gracias' cuando les den dulces", les aconseja la señora Rosa.

Con el mapa en la mano, Ana y Simón comenzaron su exploración. La primera parada fue la casa del abuelo Miguel, quien siempre tenía los mejores chocolates.

"¡Trick or treat!", grita Simón mientras tocan la puerta.

El abuelo Miguel, con una gran sonrisa, aparece con un montón de dulces.

"¡Feliz Halloween, pequeños! ¿Cómo están mis pirata y mi brujita?", dice entregándoles un puñado de chocolates.

"¡Gracias, abuelo!", responde Ana mientras coloca los dulces en su bolsa.

La siguiente parada fue un poco más tenebrosa. La casa de Doña Clara, la señora que siempre contaba cuentos de miedo.

"Ana, ¿no te da un poco de miedo entrar ahí?", le pregunta Simón, un poco reacio.

"No, hay que ser valientes. ¡Vamos!", lo anima Ana.

Al tocar el timbre, Doña Clara aparece con una gran caca de bruja de dulce.

"¡Trick or treat!", dicen emocionados.

"¡Son ustedes! ¡Pásenle!", dice Doña Clara, mientras les da su regalo y comienza a contarles una historia espeluznante sobre fantasmas y calabazas que cobran vida.

Los chicos escuchan fascinados hasta que Simón interrumpe.

"¿Y si hay un fantasma en la casa?", pregunta, asustado.

"No debes tener miedo, los fantasmas son solo historias. Lo mejor es partir de aquí", dice Ana sabiendo que los cuentos son solo cuentos.

Continuaron su aventura y subsecuentemente llegaron a un parque donde todos los chicos se reunían para jugar.

"¡Mirá! Ahí hay juegos, ¿jugamos un rato?", dice Simón.

"¡Claro! Pero primero, ¡más caramelos!", responde Ana, y juntos corren hacia las casas más cercanas.

Después de recoger más dulces, decidieron jugar en los columpios. Mientras jugaban, vieron a un grupo de niños que parecían tristes. Con disfraz de monstruos, no podían ocultar sus verdaderas emociones.

"¿Por qué están tan tristes?", les pregunta Ana.

Uno de ellos, vestido de vampiro, responde:

"No tenemos muchos dulces. No sabemos qué pasa hoy."

Simón, al escuchar esto, se llena de amabilidad.

"Ana, ¡podemos compartir algunos de nuestros caramelos! Sería lindo ayudar a los demás."

Ana sonrió, y juntos se acercaron a los niños tristes.

"¡Hola! Nosotros tenemos muchos dulces. ¿Quieren compartir con nosotros?", preguntó Ana.

Los niños sonrieron sorprendidos.

"¿De verdad? ¡Gracias!", dijeron.

Así, todos comenzaron a intercambiar sus dulces y a jugar juntos. Rieron, corrieron y se divirtieron como nunca. Esa noche, no solo recogieron muchos dulces, sino que también hicieron nuevos amigos gracias a su generosidad.

Ya al regresar a casa, satisfechos, Ana le dice a Simón:

"Hoy fue el mejor Halloween de todos. No solo recolectamos caramelos, sino que ayudamos a otros a ser felices."

"Sí, tenemos que seguir compartiendo siempre. ¡Eso es lo más importante!", concluye Simón, mientras la luna los mira brillar con sus disfraces de brujita y pirata.

Y así, Ana y Simón terminaron su mágica noche aprendiendo que la verdadera felicidad está en compartir.

FIN.

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