La Gran Aventura de Juan César y Robinson



Había una vez, en un hermoso país llamado Chile, dos niños argentinos llamados Juan César y Robinson. Ellos venían de muy lejos, de un lugar hermoso donde el sol brillaba y las montañas eran de oro. Un día, decidieron emprender una aventura inolvidable y subieron a un avión.

"¿Estás listo, Robinson?" - preguntó Juan César con emoción.

"¡Listísimo! ¡No puedo esperar a ver qué hay del otro lado!" - respondió Robinson.

Cuando finalmente aterrizaron, los niños se bajaron del avión y miraron a su alrededor. ¡Era un lugar que nunca habían visto antes! Las montañas eran altas, los árboles eran enormes, y la gente sonreía amablemente. Sin embargo, algo llamaba su atención: un hermoso lago brillante como un espejo.

"Mirá ese lago, Juan César. ¡Parece que el cielo está reflejado!" - exclamó Robinson.

"Sí, ¡vamos a verlo!" - dijo Juan César emocionado.

Mientras caminaban hacia el lago, se encontraron con una anciana señora que vendía artesanías. Ella tenía ojos brillantes y una sonrisa cálida.

"Hola, chicos. ¿De dónde vienen?" - les preguntó amablemente.

"¡Venimos de Argentina!" - dijeron los niños al unísono.

"¡Qué maravilloso! Cada lugar tiene su magia. Aquí en Chile, el agua del lago es mágica. La gente dice que si uno lanza una piedra y pide un deseo, se puede hacer realidad." - explicó la señora.

Juan César y Robinson se miraron emocionados. Ambos tenían un deseo en sus corazones. Pero antes de lanzar la piedra, tenían que pensar bien.

"Robinson, ¿cuál es tu deseo?" - preguntó Juan César.

"Quiero que siempre haya amistad y alegría donde quiera que vayamos" - contestó Robinson.

"Yo deseo que todos los niños del mundo puedan jugar y reír juntos" - dijo Juan César.

Entonces, ambos recogieron una piedra del suelo y la lanzaron al lago. ¡Splash! El agua salpicó y ambos niños cerraron los ojos para pedir sus deseos. Cuando abrieron los ojos, el agua comenzó a brillar aún más.

"¿Lo viste? ¡El lago brilló!" - gritó Juan César.

"Sí, ¡creo que nuestros deseos pueden hacerse realidad!" - dijo Robinson, con los ojos llenos de asombro.

Justo en ese momento, un grupo de niños se acercó jugando y riendo. Eran de diferentes lugares: unos de Chile, otros de Perú y otros de Brasil. Juan César y Robinson se acercaron.

"¡Hola! Somos de Argentina!" - dijeron emocionados.

"¡Bienvenidos! ¿Quieren jugar con nosotros?" - preguntó un niño.

"Sí, ¡nos encantaría!" - respondieron los chicos.

Y así, comenzaron a jugar. Crearon juegos nuevos, contando historias y saltando. En medio de la diversión, Juan César y Robinson se dieron cuenta de que sus deseos estaban convirtiéndose en realidad. La alegría y la amistad llenaban el espacio a su alrededor.

Después de jugar durante horas, se sentaron en la orilla del lago, cansados pero felices. Mirando el brillo del agua, Juan César dijo:

"Nosotros vinimos a un lugar desconocido, pero encontramos amigos y alegría en cada rincón."

"Es verdad. La amistad es la magia que convierte cualquier lugar en un hogar" - añadió Robinson, sonriendo.

Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse, los niños se despidieron de sus nuevos amigos, prometiendo que volverían a jugar juntos. Juan César y Robinson regresaron al avión, sus corazones repletos de recuerdos y sonrisas.

"Hoy aprendí que no importa donde estés, siempre que tengas amigos, puedes ser feliz" - dijo Juan César mientras miraba las nubes por la ventana.

"Sí, ¡y que cada aventura es una oportunidad de hacer amigos nuevos!" - respondió Robinson.

Y así, con sus corazones llenos de alegría, regresaron a casa, listos para compartir su historia y recordarles a todos que la verdadera felicidad se encuentra en la amistad. Fin.

FIN.

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