La Gran Aventura de Juan en la Granja
Era un día radiante y soleado cuando Juan, un niño lleno de curiosidad y energía, decidió visitar la granja de su abuelo. Desde que había escuchado historias sobre los animales que vivían allí, no podía esperar para conocerlos en persona. Al llegar, Juan se maravilló con los vastos campos verdes y el sonido de los animales.
"¡Mirá esa vaca tan grande!" exclamó Juan, corriendo hacia el granero. La vaca, de un blanco puro y manchas negras, lo miró con curiosidad.
"-Hola, pequeño. Soy Blanca. ¿Qué te trae por aquí?" dijo la vaca, moviendo su cola.
"-Vine a conocer a todos los animales de la granja. ¡Tengo muchas preguntas!" respondió Juan con una sonrisa.
"-Pregúntame lo que quieras, pero primero, ven a ayudarme a ordeñarme. Es divertido y te enseñaré cómo hacerlo," sugirió Blanca.
Juan, emocionado, se acercó y siguió las instrucciones de Blanca. Después de un rato, ya tenía algunas gotitas de leche en el balde. "-¡Lo logré!" gritó Juan contento.
Luego de despedirse de Blanca, Juan se dirigió al campo donde un hermoso caballo galopaba libremente. El caballo, de un color marrón brillante, se dio cuenta de la presencia de Juan.
"-Hola, pequeño aventurero. Soy Estrella. ¿Quieres dar un paseo?" ofreció el caballo.
"-¡Sí, por favor!" respondió Juan, subiendo con cuidado sobre su lomo.
Estrella comenzó a galopar suavemente. El viento acariciaba la cara de Juan, y él se sentía más vivo que nunca. "-Esto es increíble, Estrella. ¡Eres el mejor caballo del mundo!" dijo Juan mientras disfrutaba el paseo.
Al terminar el recorrido, Juan se despidió de Estrella y continuó su camino. En una esquina, se encontró con un chancho que jugaba en el barro.
"-Hola, pequeño. Soy Chanchito. ¿Te gusta el barro?" preguntó el chancho mientras se revolcaba felizmente.
"-No tanto, pero parece divertido. ¿Por qué te gusta tanto?" inquirió Juan, curioso.
"-El barro me ayuda a refrescarme y a cuidar mi piel. Además, ¡es mi lugar favorito para jugar!" respondió Chanchito.
Después de compartir risas, Juan siguió su camino y se encontró con una gallina que picoteaba el suelo.
"-¡Hola! Soy Clara. ¿Quieres ver cómo pongo un huevo?" preguntó la gallina con entusiasmo.
"-Eso suena interesante. ¿Cómo lo haces?" preguntó Juan.
"-Es un proceso natural. Primero, recojo granos para alimentarme, y luego, cuando estoy lista, lo pongo. ¡No siempre es fácil!" dijo Clara con una sonrisa.
Juan observaba con atención y aprendizaje. Cuando la gallina terminó de poner su huevo, Juan la felicitó y siguió abriendo camino por la granja.
Ya cerca del corral, escuchó un canto fuerte y melodioso. "-Soy Gallo, el despertador de la granja. ¿Te gusta mi canto?" dijo el gallo, inflando su pecho con orgullo.
"-¡Es hermoso! Me encantaría aprender a cantar así un día," respondió Juan.
"-Solo necesitas un poco de práctica y mucha pasión. ¿Te animas?" invitó Gallo.
Juan se rió y dijo que lo haría. Después de un par de intentos, ambos se rieron de sus propios trinos. Entonces, Juan fue a la última parada de su aventura, donde se encontró con una oveja suave y esponjosa.
"-Hola, pequeño. Soy Lulú. ¿Te gustan las ovejas?" preguntó Lulú.
"-¡Sí! Son tan suaves. ¿Qué haces por aquí, Lulú?" le preguntó Juan.
"-Me gusta pastar aquí y hacer nuevos amigos. ¿Quieres acariciarme?" sugirió Lulú.
Juan accedió y se maravilló con la suavidad de la lana de Lulú. Tras un largo día lleno de diversión y aprendizaje, Juan se dio cuenta de que había aprendido mucho sobre cada uno de los animales y sus peculiares maneras de vivir.
Al despedirse, Juan miró a los animales con gratitud. "-Fue un día increíble. Gracias a todos por mostrarme sus vidas. ¡No puedo esperar para contárselo a mi mamá!"
"-La granja siempre te espera, Juan. Vuelve cuando quieras!" le respondieron los animales al unísono.
Juan regresó a casa lleno de historias y alegría, sabiendo que siempre tendría un rincón especial en su corazón para la granja y sus amigos animales.
Fin
FIN.