La Gran Aventura de Juan en la Selva Brasileña
Era un día soleado cuando Juan, un niño de diez años con una curiosidad infinita, decidió ir a explorar la selva de Brasil. Con su mochila llena de provisiones y un mapa que había encontrado en la biblioteca de su escuela, se despidió de su mamá.
"¡Mamá, me voy a la selva! ¡Voy a descubrir un tesoro escondido!" - exclamó Juan emocionado.
"Cuídate, Juan. Recuerda que la selva puede ser peligrosa. No te alejes mucho y vuelve antes de que oscurezca" - le respondió su mamá con una sonrisa, pero con una pizca de preocupación.
Juan tomó su bicicleta y se dirigió a la entrada de la selva. A medida que iba adentrándose, los árboles se volvían más densos y los ruidos de la naturaleza llenaban sus oídos. Escuchó el canto de los pájaros y el murmullo de un arroyo cercano.
Al poco tiempo, se encontró con una tortuga gigante que cruzaba su camino.
"¡Hola, tortuga!" - dijo Juan, maravillado por el animal.
"Hola, niño. ¿A dónde te dirigís?" - le respondió la tortuga, moviendo lentamente su cabeza.
"Voy en busca de un tesoro escondido en la selva" - contestó Juan.
"Ten cuidado, pequeño. La selva no es solo belleza; también hay peligros ocultos" - advirtió la tortuga. Pero la curiosidad de Juan era más grande que el miedo, así que siguió su camino.
Mientras exploraba, Juan encontró un grupo de monos juguetones. Se balanceaban de ramita en ramita y lo miraban con expectación. Juan decidió unirse a ellos por un momento.
"¡Hola, amigos! ¿Pueden ayudarme a encontrar el tesoro?" - les preguntó Juan.
Los monos se detuvieron y uno de ellos, el más travieso, le respondió:
"Claro, pero primero tienes que pasar por una prueba. ¿Quieres demostrar que eres valiente?" - dijo el mono con una sonrisa traviesa.
"¡Sí, lo haré!" - exclamó Juan, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
El mono lo llevó a un claro donde había un tronco muy alto.
"¿Puedes escalar hasta la cima y traerme una hoja de la copa?" - pidió el mono.
Juan respondió afirmativamente y empezó a escalar. Al llegar arriba, se sintió como si estuviera en la cima del mundo. Con una hoja en mano, se deslicó hacia abajo, donde los monos lo recibieron con aplausos.
"¡Eres valiente, niño! Ahora podemos ayudarte" - dijeron los monos, emocionados.
Juan continuó su camino, pero el sol comenzó a ocultarse, y decidió que era hora de regresar. Sin embargo, de repente, se encontró con una situación inesperada: un río caudaloso bloqueaba su camino.
"¡Oh no! ¿Cómo cruzaré?" - se lamentó.
Mientras se preocupaba, la tortuga apareció de nuevo.
"Si quieres, puedo ayudarte. Hay un tronco que puedes usar como puente. Pero debes ser cauteloso" - dijo la tortuga con voz firme.
"¡Sí! Lo haré" - respondió Juan, reconociendo que la tortuga tenía razón.
Juan respiró hondo y se acercó al tronco. Con cuidado, empezó a cruzar. El agua rugía, pero él se concentró en sus pasos. Al llegar al otro lado, sintió una gran satisfacción.
"¡Lo logré!" - gritó, eufórico.
Finalmente, después de varias aventuras y desafíos, Juan decidió que era hora de volver a casa. No había encontrado un tesoro físico, pero había descubierto que su valentía y determinación eran el verdadero tesoro.
Al llegar a casa, su mamá lo recibió con un abrazo:
"Contame sobre tu aventura, Juan" - le pidió su mamá.
"¡Mamá, aprendí que ser valiente y escuchar a los amigos es más importante que cualquier tesoro!" - contestó Juan con una sonrisa.
Y así, Juan se fue a dormir esa noche, con un corazón lleno de historias y aprendizajes de su gran aventura en la selva brasileña, listo para la próxima exploración.
FIN.