La Gran Aventura de Juan y Nicolás en el Canal San Vicente
Una mañana brillante, Juan y su hermano Nicolás decidieron ir a jugar al parque. Sin embargo, al pasar por el canal de agua San Vicente, se dieron cuenta de que algo no estaba bien. El agua, que solía ser cristalina y llena de vida, ahora estaba llena de basura y desecho.
"Mirá Nicolás, qué mal está el agua. ¡A veces parece un gran basurero!" dijo Juan con tristeza.
"Sí, hermano. Los animales que viven aquí deben estar sufriendo. ¿Por qué no hacemos algo al respecto?" respondió Nicolás.
Decididos a hacer un cambio, los dos hermanos se sentaron en una piedra y empezaron a planear.
"Tal vez podríamos organizar una limpieza del canal", sugirió Juan.
"¡Esa es una genial idea! Pero necesitamos ayuda. Tal vez podamos invitar a nuestros amigos y a los vecinos del barrio", propuso Nicolás.
Con entusiasmo, Juan y Nicolás corrieron a hablar con sus amigos. Fabián, una tortuga muy sabia, les dio un consejo.
"Así no solo limpiarán, sino que también podrán enseñar a los demás sobre la importancia de cuidar el agua. Recomiendo que traigan carteles y globos para atraer a más gente".
Los hermanos regresaron a casa y, con la ayuda de su mamá, hicieron coloridos carteles que decían: "¡Limpieza del canal San Vicente! ¡Ayudanos a cuidar nuestro agua!". Con los globos en mano, fueron puerta a puerta invitando a la comunidad.
El día de la limpieza llegó. Un sol radiante iluminaba el canal. Juan y Nicolás se sorprendieron al ver a muchas personas reunidas, listas para participar. Había vecinos, amigos y hasta algunos abuelitos.
"¡Hola a todos! Gracias por venir. Vamos a trabajar juntos para limpiar este hermoso canal", gritó Juan emocionado.
La limpieza comenzó. Todos colaboraban, algunos recogían basura, otros ayudaban a clasificarla en bolsas separadas. Nicolás se encontró con un pez atrapado entre un montón de plásticos.
"¡Juan! ¡Mirá! Este pez necesita nuestra ayuda".
"¡Vamos! ¡Ayudémoslo!" respondieron al unísono.
Con cuidado, los hermanos retiraron los plásticos y el pez nadó feliz al agua.
Pero justo cuando pensaron que todo iba bien, comenzaron a llegar ruidos extraños.
"¿Escuchás eso?", preguntó Nicolás, mirando hacia el camino del canal.
De repente, las burbujas de agua comenzaron a subir. Era un grupo de delfines que habían venido a ver qué estaba sucediendo.
"¡Miren! ¡Son delfines!", gritó Fabián, la tortuga.
Los delfines, curiosos, nadaban cerca de la orilla, saltando y haciendo piruetas en el aire.
"¿Sabés lo que esto significa?", dijo Juan emocionado.
"¡Significa que están agradecidos por lo que estamos haciendo!", respondió Nicolás.
El aire se llenó de alegría. Los delfines saltaron una y otra vez, suavizando la atmósfera del trabajo duro. El grupo de chicos y adultos empezaron a aplaudir y reír.
Luego de varias horas, el canal lucía completamente distinto. El agua brillaba de nuevo, y la basura había desaparecido.
"¡Lo hicimos! ¡El canal San Vicente está limpio!", gritaron Juan y Nicolás, abrazándose de felicidad.
A medida que la gente comenzó a irse, el abuelo de Nicolás se acercó a los hermanos.
"Estoy muy orgulloso de ustedes. No solo limpiaron el canal, sino que inspiraron a otros a cuidar nuestro entorno. Recuerden, hasta las pequeñas acciones cuentan".
Carlos, el vecino que había traído a sus hijos, dijo:
"¡Esto debería hacerse más a menudo! Cuidar el agua es cuidar nuestra casa".
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Juan y Nicolás reflexionaron sobre el día.
"¡Hoy aprendimos mucho!", dijo Nicolás.
"Sí, como que cuidar el agua nos ayuda a todos, incluso a los delfines".
Los dos hermanos se durmieron con una gran sonrisa, sabiendo que habían hecho una diferencia.
Y así, cada mes, Juan y Nicolás continuaron organizando limpiezas en el canal San Vicente, y cada vez más personas se unían a su causa. Juntos, demostrarían que el cambio comienza con pequeños actos de bondad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.