La Gran Aventura de la Abuela Lela y sus Nietos



Era un hermoso día de primavera cuando la Abuela Lela decidió que era el momento perfecto para que sus ocho nietos vinieran a visitarla. Ella había preparado una deliciosa merienda con tortas de frutas y galletitas de chocolate. Aunque ella se sentía muy joven y llena de energía, siempre alegraba su corazón ver a sus nietos llegar.

Cuando el timbre sonó, Lela corrió hacia la puerta.

"¡Hola mis amores!", gritó mientras abría la puerta.

Constanza, Vicente, Paz, Joaquín, Sara, Emma, Lorenzo y Sofía entraron riéndose y abrazándola.

"Abuela, ¡huele increíble!", exclamó Joaquín mientras se lavaba las manos para merendar.

"Gracias, cariño. Estoy segura de que les va a encantar", respondió Lela, sonriendo.

Después de disfrutar de la merienda, Lela se levantó con entusiasmo.

"¡Ahora vamos a hacer algo divertido! ¿Qué les parece una clase de yoga en el jardín?", propuso.

"¡Sí!", respondieron todos al unísono.

Sofía, que era la más pequeña, dijo:

"Abuela, pero no sé cómo hacer yoga."

"No te preocupes, Sofía. Yo les enseño. El yoga es para todos y es muy divertido. Solo hay que relajarse y disfrutar", contestó Lela mientras extendía su mano para ayudar a Sofía a levantarse.

Y así, comenzaron la clase de yoga. Con cada postura, los niños reían y seguían las instrucciones de Lela. Hasta Vicente, que nunca había practicado yoga, terminó riendo al intentar la postura del árbol, pero se cayó como un tronquito.

"¡Jajaja! ¡Eras un árbol muy torcido, Vicente!", bromeó Emma mientras ayudaba a su hermano a levantarse.

Después de la sesión de yoga, la Abuela Lela decidió que era buen momento para otra actividad.

"¿Quién quiere ir a dar una vuelta corriendo por el parque?", preguntó.

"¡Yo!", gritaron todos emocionados.

Los nietos se calzaron sus zapatillas y salieron corriendo detrás de Lela, que demostraba que la edad no importa cuando uno tiene energía. Al llegar al parque, Lela les enseñó a hacer una pequeña carrera. Pero justo cuando iban a comenzar, un grupo de niños en el parque comenzó a llorar porque su pelota se había atascado en el árbol.

"Abuela, ¿podemos ayudar?", preguntó Paz.

"¡Por supuesto! Es importante ayudar. Vamos por esa pelota", dijo Lela mientras guiaba a sus nietos hacia el grupo de niños.

"Hola, chicos. ¿Qué les pasa?", preguntó Sofía, acercándose a los niños.

"Nuestra pelota está en la rama y no podemos sacarla", respondió uno de los chicos, con lágrimas en los ojos.

Lela se agachó y les dijo:

"No se preocupen, buscaremos la forma de recuperarla. ¿Tienen algo que podamos usar como gancho?"

Vicente tuvo una idea:

"Podemos usar la cuerda que tengo en mi mochila. La atamos a un palito largo y la metemos entre las ramas."

"¡Esa es una gran idea!", aclamó Lela. Y así, los chicos trabajaron en equipo para construir un gancho improvisado.

Finalmente, lograron recuperar la pelota y los niños estaban felices, gritando de alegría.

"¡Gracias, gracias!", decían los nuevos amigos.

"¡Viva el trabajo en equipo!", dijo Joaquín, sonriendo.

Lela y sus nietos no solo habían disfrutado un día divertido, sino que también habían aprendido que ayudar a los demás es una de las mejores cosas que se pueden hacer.

Después de la aventura en el parque y tras despedirse de los nuevos amigos, la Abuela Lela llevó a sus nietos de vuelta a su casa.

"Estoy tan orgullosa de ustedes. Siempre recuerden que la vida es una aventura y que lo más importante es disfrutarla y ayudar a los demás en el camino", les dijo Lela antes de que cada uno se subiera al auto.

"¡Nos vemos pronto, Abuela!", prometieron todos, con una sonrisa en el rostro.

Y así, la Abuela Lela y sus ocho nietos se despidieron, sabiendo que el próximo encuentro traería nuevas aventuras y mucho más amor.

FIN.

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